domingo, 11 de abril de 2010

LOS TOROS DE PEREDA

La primera corrida de Sevilla me ha parecido una buena corrida, con dos toros con temperamento, cuajo y buena estampa, los dos últimos, otro en este buen son, el tercero, y los otros tres en manso, pero toreables. Pienso que los diestros no estuvieron acertados. El más destacado, Miguel Tendero, repitió una docena de veces su defecto de echarle la muleta a los ojos a sus toros en otras tantas entradas a matar. Eso quiere decir que el mal es endémico, de no fácil arreglo. Una y otra vez los toros le echaron la cara arriba y no le dejaron pasar para hacer la cruz y consumar la estocada. El defecto no era de sus toros, el defecto era del matador. La muleta hay que lanzarla lo más abajo posible para que el toro, en el momento del encuentro se descubra al meter el hocico entre sus manos. No es una norma general porque en el toreo no se pueden predicar verdades excluyentes. Oigo muchas veces que a los toros hay que bajarles la mano. No siempre. Hay toros que no humillan y que, si les obligas a bajar la cabeza, derrotan sin misericordia. El otro día comentaba lo que Pepe Luis decía del mayor don de Antonio Bienvenida: la naturalidad. No pongo a don Antonio como ejemplo de estoqueador o banderillero. Si me emociono cuando recuerdo su toreo con el capote y con la muleta, su andar por el ruedo, su colocación y su torería, su naturalidad. Un día, en San Sebastián de los Reyes estuvo perfecto y su padre, el Papa Negro comentó: "Ya me puedo morir tranquilo; ya he visto torear". Y se murió. Su pase cambiado a muleta plegada o su abaniqueo cogiendo la muleta por el pincho del estaquillador. Bueno, a lo que vamos, a los toros no se les puede llevar la contraria. El mismo Tendero cuando les hizo bien las cosas a los de Pereda, los toros embistieron con largura y temperamento. En la buena línea de los núñez o los torrestrellas. Miguel Tendero, que creo que es de Albacete, en otros tiempos vivero de figuras del toreo (Montero, Pedrés, Chicuelo II, Dámaso González, Manolo Caballero y los gitanos parientes del rejoneador, los Cortés), tiene que esmerarse en superar ese defecto de quererle tapar los ojos al toro con la muleta. No hay que taparle los ojos ni mirarle a los pitones. Tienes que nublarte la vista en algunos segundos, cosa que horrorizaba a Curro Romero, que, con habilidad y poca ortodoxia, se aseguraba los triunfos en las tardes de gloria. Pepe Luis, que tampoco manejaba la tizona a lo Cid Campeador, asimiló las enseñanzas de Marcial Lalanda y remató muchas faenas gloriosas con la media que en los viejos tiempos se atribuía a Lagartijo, el Califa coronado por don Mariano de Cavía, para mí, el mejor literato taurino. Es un poco de chauvinismo porque "Sobaquillo" era aragonés, como Goya, el mejor cronista de la fiesta española. A su memoria.

No hay comentarios:

Publicar un comentario