jueves, 20 de diciembre de 2012

LOS NIÑOS TOREROS

En esto de los toros hay que andar con cuidado porque la gente está muy predispuesta a la censura en cuanto de canteas mínimamente. Por ejemplo, en estos días hay muchos “padres de la iglesia taurina” que te ponen como hoja de perejil o se rasgan las vestiduras si defiendes que se cubra la plaza de toros de “Los Vientos”, si no te parece mal que los estoques de matar se fabriquen con fibra de carbono o le llames a la plaza de Zaragoza coso de don Ramón Pignatelli, hombre que hizo tantas cosas por esta ciudad: en el hospicio fabricaba lonas para que los acogidos se ganaran su sustento con el trabajo, trajo el agua hasta la Fuente de los Incrédulos, fundó la Asociación de Amigos del País que impulsó la industria y el comercio zaragozanos y construyó la plaza de toros para obtener beneficios con los que sostener el lugar de acogida de gentes desheredadas. Y lo de la espada se le ha ocurrido nada más y nada menos que a un torero de hoy que prodiga la suerte de recibir como casi ninguno de los buenos estoqueadores que yo he visto en mi vida, desde Manolete a Rafael Ortega, Pepe Bienvenida o Uceda Leal, Machaquito (a este no lo vi pero me inspiro en la escultura de “La estocada de la tarde”) o Paco Camino. No me importa si la espada pesa más o menos, me importa la mano que la maneja y el corazón que la empuja. Muchas veces leo que este o el otro diestro perdió las orejas por la espada. No es así. En ocasiones influye mucho la suerte, la buena o la mala suerte, pero nadie me puede discutir que José Mari Manzanares, el hijo, mata muchos toros por arriba y en lo que antes de “Costillares” era imprescindible: recibiendo. “A vuela pies” era un recurso. Y, en ocasiones, un defecto. Pongamos por ejemplo a Ostos, S. M. “El Viti” o “El Juli”. Lo que nada tiene que ver con el material con el que está fabricado el estoque. No creo que el temple de un hombre se mida por el temple del acero de su espada. Para mí, y no me canso de repetirlo, lo más fundamental es modificar el peto de los caballos, su forma y su material. Resucitar la suerte de varas puede ser el máximo aliciente para que vuelvan a los tendidos los viejos aficionados y arrastren a esa juventud que tanto se echa en falta en las plazas de toros.

Hace unos días tomó la alternativa Michelito Lagravere Peniche en Mérida, Yucatán, días antes de cumplir los quince años. Padre francés y torero, madre mexicana y empresaria de toros, y un hermano, André, al que apodan “El Galo” y sigue los pasos de su hermano. Michelito tenía 14 años, 11 meses y 25 días en la fecha en la que recibió muleta y espada de manos de Sebastián Castella, francés como papá, y en presencia de Juan Pablo Sánchez, mexicano como mamá, casualmente regidora de la plaza de Mérida en donde su niño mató al toro “Sureño” de Bernaldo de Quirós que pesó 610 quilos. La cortó una oreja. Pero “Michelito” no podrá lucir sus habilidades en el solar paterno ni de los Pirineos para abajo hasta 2014. Sin embargo, y, pese a la fino que hilan algunos y algunas, no se ha escuchado ni una voz de protesta. “El toro de 5 y el torero de 25”. Puede ser que el recuerdo de “Joselito”, el hermano payo de Rafael el Gallo que tomó la alternativa a los 17 años detenga los anatemas protestantes. “In ilo tempori” las cuadrillas de “niños toreros” se prodigaban por toda nuestra geografía y había una en Sevilla que formaban el pequeño de los Gallo y José Gárate “Limeño”, en cuya cuadrilla iba su hermano Manuel que murió en Santa Olalla del Cala, Huelva, cuando apenas había cumplido los 17 años. Con la cuadrilla de Niños Valencianos actuaba Enrique Berenguer “Blanquet”, que no murió tan joven, pero tuvo fama de agorero porque olía a cera y aquel día murió “Joselito”, el otro murió Granero y él mismo en el tren antes de partir hacia Ciudad Real para actuar en Valdepeñas con Ignacio Sánchez Mejías, inspirador del mejor canto fúnebre de García Lorca. Agustín de Foxá, gordo, fumador de habanos, aristócrata y aficionado a los toros, ¿cómo iba a ser de izquierdas?, aumentó su fama, la de Blanquet, con su cuento titulado “Olor a cera” y publicado hace años creo que en “Blanco y Negro”..

Y, como estoy en el capítulo de hechos dolorosos recordaré a un chavalillo que se llamaba Pedro Albillo Hurtado y que, aunque había nacido en Becerril de los Campos, Palencia, se le conocía como “Currito de Granada” porque su padre era guardia civil y, al poco de nacer el chaval, se trasladó a la sombra de la Alhambra, donde desde niño inició su aprendizaje de torero. Estuvo en la Oportunidad de Vista Alegre, Carabanchel, Madrid, hizo pareja breve pero prometedora con Jacobo Belmonte y, cuando marchó en solitario apoderado por Manolo Escudero toreó, el 7 de agosto de 1968 en Miraflores de la Sierra y sufrió un palotazo en el vientre. En principio no le dio ninguna importancia al golpe puesto que no se detectaba orificio de entrada del pitón, pero, al cabo de los días, ingresó en el Sanatorio de Toreros, fue intervenido el día 28 de agosto, se le apreció una perforación en el intestino delgado y falleció el 2 de septiembre, a los 17 años. Distinto caso pero también doloroso fue el de Faustino Inchausti “Tinín”, que tenía 15 años cuando en una novillada sin caballos en Los Vadillos, el 8 de mayo de 1960, se clavó la espada en la rodilla izquierda y hubo que amputarle la pierna por causa de una tromboflebitis. Años después, cogió el testigo su hermano José Manuel con el mismo apodo de “Tinín”, torero de grandes triunfos en Madrid, pero que, según propia confesión, no tenía cuerda para más de tres años. Le apoderaba don Pablo, el de “la boinita sabia”, pero no hubo forma de que el nuevo “Tinín” aprovechara su brillante porvenir.

Niños prodigio se han dado en muchas facetas del arte o el juego, el cine, la música, la pintura o la ciencia. De mis tiempos infantiles recuerdo a Shirley Temple y sus bucles y Mickey Rooney, protagonista de la primera versión del “Sueño de una noche de verano” y primer marido de Ava Gadner, si bien, o mal, el matrimonio no le duró ni un año. Sobre todos Mozart y en España Arturo Pomar, ajedrecista, Pierino Gamba, director de orquesta que se vino a vivir a nuestra tierra, “Joselito”, el pequeño ruiseñor, Pablito Calvo en “Marcelino Pan y Vino”, Marisol o Raphael. Bueno, junto a Mozart me permitirán que coloque a Picasso que, por cierto, en su niñez pintaba escenas de corridas de toros. Pero es que la lista de “niños toreros”, prodigios o no, es larguísima. Hasta un “Bebe Chico”, tío de “Manolete”, chicuelos, chicos, chiquilines, chiquitos, chicorros, chicotes, nenes y multitud de diminutivos en ito, ico o illo. Los “Niños” más grandes, el “Niño de la Palma” y “El Niño de la Capea”. De la Alhambra, del Barrio, Belén, Valencia, Toledo, Triana, Aranjuez, Villalpando, de Chamartín, Embajadores, la Bética, Segovia o Tenerife. De los Ángeles, de Dios, la Brocha, de la Curra, la Estrella, Huerta, Hospicio, la Venta, la Vergüenza, la Virgen, la Macarena o el actual de Santa Rita. De las Coles, de Oro, el Matadero, las Monjas, el Calvario, del Ateneo o del Bar Rosales, de la Taurina o de la Goya. Creo que hasta el de Jerez se llama Rafael de Paula porque su madre era la Paula. ¡Olé por la Paula!

No sigo aunque esté en la tentación de enumerar a los “Chicuelo” y no solo a los de la Alameda de Hércules. Al toro. A Paco Camino, Gonzalo Carvajal lo bautizó como “Niño Sabio” aunque su compadre Diego fue más precoz que él, si bien la palma la tenía en su poder Luis Miguel Dominguín por la alternativa que le concedió en Bogotá el veterano Domingo Ortega, muy lejos el de Borox de la imagen y el símbolo de la ninez. Aquello ocurrió el 23 de noviembre de 1941, pero, al llegar a España, hubo que repetir ceremonia porque por entonces no se consideraban válidos los doctorados otorgados en ciertas plazas. En Nimes, tampoco, y por eso no se tiene el título de matador de toros al aragonés Paco Bernard, que recibió la alternativa en el circo romano nimois en 1945. Años después, en ese mismo lugar, lo hicieron Litri y Camino, con sus progenitores de padrinos, Jesulín de Ubrique, Cristina Sánchez de manos de Curro Romero y “El Juli”. ¿Valen estas alternativas? Pues vale la de Bernard.

En la lista de matadores de toros menores de 18 años, mayoría de edad hoy, hay unos cuantos y buenos diestros: “Joselito”, José Gárate “Limeño”, Vicente Barrera, Marcial, Granero, Manolo y Pepe Bienvenida, Luis Miguel, Diego Puerta, Emilio Muñoz, José Miguel Arroyo “Joselito”, Enrique Ponce, Jairo Miguel y Julián López “El Juli”. La penúltima cuadrilla de niños toreros de la que yo tengo noticia fue la don José Martín Villapecellín, que se hizo con el apoderamiento de tres alumnos de la escuela taurina catalana de Pedrucho de Eibar, sí, sí , de Eibar pero hablaba en catalán, los vistió de corto y tocados con sombrero ancho, los paseó por España y les firmó una novillada de Isaías y Tulio Vázquez para Las Ventas. Todo iba muy bien, pero con los “isaías” o “tulios”, tanto monta, se acabó la historia y cada uno de los chicos de Villapecellín se buscó la vida. Eran Fermín Murillo, José María Clavel y Enrique Molina, los tres charnegos pero recriados en Barcelona.

Advertencia final: Todo lo dicho, salvo error u omisión. Por si acaso.

lunes, 10 de diciembre de 2012

PAPELES VIEJOS, PALABRAS ETERNAS

Tengo muchos papeles, los míos y los heredados. El otro día me encontré con una copia de un contrato que se firmó el primero de agosto de 1916 entre don Manuel Martín Cruz, gerente de la Sociedad de Espectáculos Almerienses, y don Manuel Pineda y Romero, apoderado de José Gómez “Gallito”, para que el famoso diestro actuara los días 5 y 6 de septiembre de ese año en Almería, con toros de Guadalest y Antonio Flores, alternando en ambas con Juan Belmonte, en la primera con “Cochero” y en la otra con “Relampaguito”. La mayor parte del documento está compuesto e impreso en tipografía móvil y se dejan los correspondientes espacios en blanco para reflejar a mano los detalles específicos de cada contrato. Por ejemplo, se dice que la cuadrilla de José estará compuesta por dos o tres picadores, tres banderilleros y un puntillero, que cobrará 6.500 pesetas por festejo, si el matador por enfermedad o lesión en otras plazas no pudiera cumplir este contrato tiene la facultad de mandar su cuadrilla y un espada que le representará en todos sus deberes y derechos (condición que quedará sin efecto caso de que la empresa le abone 1.600 pesetas al propio José, honorarios de su cuadrilla), el diestro y su cuadrilla utilizaran para dirigirse a Almería los trenes ordinarios, si por accidente o cualquier causa de fuerza mayor no pudieran llegar a tiempo, la Empresa tendrá que abonar al espada los gastos ocasionados, lo mismo en caso de suspensión por epidemias, sucesos políticos, incendios o causas de fuerza mayor. Si la tal suspensión fuera por responsabilidades propias de la Empresa, está abonará al torero el total de sus honorarios, si se suspendiera por lluvia o mal tiempo la Empresa tendrá que oír al espada pues no contando con su asentimiento para la suspensión tendrá que abonarle el total de sus honorarios, en caso de aplazamiento se le abonaran los gastos originados. Si la corrida se suspendiera una vez iniciada se le abonaran todos sus honorarios, como sucede en nuestros días. Más obligaciones de la empresa: el piso de plaza, las barreras y burladeros, nadie entre barreras que no tenga una misión, la enfermería tendrá el personal y el material que exigía la Asociación Benéfica de Auxilios Mutuos Toreros por acuerdo del 11 de octubre de 1910. No obstante, el espada José Gómez “Gallito” tiene la facultad de designar los médicos-cirujanos que hayan de estar a su inmediato servicio y al de los individuos de su cuadrilla. Los caballos, tres de primera y dos de comunidad por corrida para cada picador y las puyas serán cortantes y punzantes, afiladas en piedra vuelta y arregladas al escantillón y tope determinados por la R. O. vigente, cuidado en el manejo del ganado, el señor Martín Cruz no podrá ceder o traspasar el negocio, tendrá que abonar las multas que le impusiera la autoridad al matador y miembros de su cuadrilla, impuestos de utilidades y pólizas con arreglo a la Ley del Timbre y 50 pesetas por cada corrida a los miembros de la cuadrilla de “Gallito” como gratificación por gastos de sus útiles de lidia. Curioso.

Sin embargo falta la sorprendente clausula número 14 de este contrato que, a la vez, es como un reglamento muy particular del señor Gómez Ortega. Es esta: “El Sr. Martín Cruz queda obligado a no permitir en los días en que han de celebrarse estas corridas que en la Plaza se introduzca algún aparato para impresionar películas con destino a proyecciones cinematográficas; pero si en contra de lo que aquí se establece resultase que, por distracciones de los empleados de la Empresa o cualquier otra causa, se contraviniese esta obligación, el Sr. Martín Cruz abonará al espada José Gómez “Gallito” la suma de 5 mil pesetas por cada vez que incurra en la falta de lo que aquí queda preceptuado”.

Han pasado casi cien años y parece que fue ayer. ¿Qué hubiera hecho “Joselito” con las televisiones de hoy? Hace unas semanas, un amigo me facilitó en vídeo la película de la faena de Antonio Ordóñez a un toro de Pablo Romero en Madrid. Se me “cayó el alma a los pies”. ¿Qué torero de cualquier tiempo puede resistir el examen frío y permanente de una película o un vídeo? Mucho de lo que significa el toreo es memoria y, sí se analizan los recuerdos con esta minuciosidad, el encanto se diluye como una nube de verano. ¿Comprenden, queridos lectores, a José Tomás?

Y pasamos al otro apartado, el de las palabras eternas. El lenguaje taurino es eterno y definitorio. Don José Ignacio Wert se ha hecho popular por ser el Ministro que quiere dignificar y unificar a los estudiantes de España en lo que llaman asignaturas troncales (del tronco común, España) y que en Cataluña puedan estudiar español en la misma proporción e intensidad que el catalán. Es un derecho de todos los españoles y me extraña muchísimo que un pueblo tan práctico como el catalán se niegue a facilitar el conocimiento de una lengua que hablan más de 500 millones de habitantes del Mundo. Y aquí viene la jauría humana a comerse al señor Wert, apellido no tan español. “Cataluña se enfrenta al ministro Wert”. Y a España y los españoles. Y a los taurinos ni los nombremos. Reacciona el señor Wert y dice con la fuerza de nuestro lenguaje: “Soy como el toro bravo y me crezco al castigo”. Me gusta que los ministros empleen el lenguaje taurino y no se escondan en el burladero. Y como acato los programas que me pone mi señora y dueña en la televisión de cada día, no hace mucho, me enteré de que en “El Secreto de Puente Viejo”, el señorito Olmo ha dejado embarazada a Pía y se refiere a su marido de forma despectiva: “Roque no es más que un tábano que quiere picar a un toro bravo”. En Aragón le quitamos el acento y lo dejamos en tabano, como aquello de que “en tiempo de los apostoles había unos barbaros que se subía a los arboles y se comían a los pajaros”. Menudo pájaro, gurrión de canalera, está hecho el señorito Olmo.

Y hace un par de domingos, Pedro J. Ramírez, en su carta semanal, para describir el fiasco del señor Arturo Mas puso cuatro ejemplos de grandes desengaños, el de Ambrosio y su carabina, el del emperador romano Vitelio, el del senador Bernard T. Casey y el de Joaquín Rodríguez Ortega, más conocido por “Cagancho” y su actuación en Almagro. No me parece justo: una mala tarde la tiene cualquiera y más “Cagancho”, al que un caricaturista de los años 30 del siglo pasado retrató sin dibujar su efigie. Dos ratones en un calabozo: “Las 8 de la tarde y “Cagancho” sin venir”. ¡Cómo sería cuando estaba inspirado que a Corrochano se le ocurrió aquello de “la talla de Montañes”, a la emperatriz Soraya se le humedecieron sus fantásticos ojos una tarde en Madrid y en México lloraron a lágrima viva cuando se cerraron los ojos verdes de aquel gitano escultural! Lo siento, me gustan los toreros gitanos, los Puya, “El Cuco” y los “Gallino”, Gabriel Moreno, Faroles, “Albaicín”, los Ordóñez (lo dice Joaquín, el hijo de la bailaora María: “La sangre gitana es como el agua bendita, a poca que lleves, la que te echan se vuelve toda gitana”), Gálvez, “El Caracol”, “El Coli” que murió en Las Ventas, “Antoñete el Chungo” y el niño de la Paula, de Jérez. Al que recuerdo con especial sentimiento es a Rafael Vega de los Reyes, hermano de Curro Puya, casado con la hija de Pastora y padre y abuelo de todos los Gitanillos que en el mundo han sido. Los Vega, como aquel que se trajo a Zaragoza al niño Camino y le puso los bueyes en el yugo para que tirara p’adelante. Lo demás lo puso el de Camas. Como el otro camero que no era gitano pero que se rompía la camisa a las 4 de la madrugada cuando escuchaba a “Camarón”. Por cierto que, por conducto de Gonzalito, Curro Romero me pidió que le hiciera una entrevista al de la Isla. Fue la primera que se le hizo cuando fue a Madrid a Torres Bermejas.

Prefiero hablar antes de estas cosas que de lo que cuentan los cronistas de hoy de los líos contractuales, de los pliegos de arrendamiento, lecciones prácticas, escuelas taurinas o del número de matadores en activo que había el año pasado: 756. Y me temo que, pese a algunas retiradas, la lista ha aumentado en el 2012. ¿Y la lista de ganaderos? Lo difícil es que unos y otros vivan del toro. Y la fiesta se mueve y vive por lo que crían los unos y los que los torean. Lo demás, músicas celestiales. En 1980 estaba yo en la Plaza de Toros de don Ramón Pignatelli de Zaragoza. Ya no existía la misericordia, luego vino la gestión interesada y, por capricho de un diputado del PSOE, la gestión directa. Creo que de esta etapa todavía no se han aclarado las cuentas. Dicen que el pueblo que no se sabe su historia está condenado a vivirla otra vez. ¡Ojo al parche!- que diría J.J. Padilla.

lunes, 26 de noviembre de 2012

FEÍSMO

Nueva velada taurina. Esta vez en los alrededores de Zaragoza, río Gállego arriba, después de pasar Santa Isabel y Montañana, donde supervive la bar “El Castoreño” que inauguró hace años el más polifacético de los toreros aragoneses, Fernando Moreno, que fue novillero, rejoneador en bicicleta disfrazado de orangután, banderillero y picador, hasta llegar a Peñaflor que tiene una peña taurina con más de trescientos socios presidida por Armando Sancho, aficionado de hueso colorado que ha resucitado el hierro de Ripamilán y que mantiene vivo el palpitar de la afición taurina en este rincón aragonés. El entregó el micrófono a Angel Solís para que ejerciera de presentador de los premiados en este año de 2012 y de animador del coloquio que se mantuvo entre estos y el público asistente que llenó la biblioteca del Centro Cívico peñaflorense. El de la mejor corrida fue para la de Ana Romero (Santa Coloma); la mejor novillada, a la de Adelaida Rodríguez (Lisardo, línea Murube); conservación de una casta, a los herederos de Juan Luis Fraile (Graciliano); mejor faena de la Feria del Pilar, a Antonio Gaspar “Paulita”; mejor afición; a “Tauronaria”, un grupo de la Facultad de Veterinaria de Zaragoza; labor de comunicación, a mi persona (por viejo y en pugna con el mejor, Ignacio A. Vara “Barquerito”) y menciones especiales para el toro “Infeliz” de “Torrestrella” (Don Álvaro y la fuerza del sino taurino), para el picador Tito Sandoval por toda su temporada y en especial en Zaragoza y para Maria Pilar Zalaya, entusiasta colaboradora de la promoción taurina.

Hubo amplia discusión y, ¡milagro!, sin citar ni a Padilla ni a José Tomás. En mi parlamento cité a don Enrique Aguinaga y su pasión por la Teología (es más viejo que yo y sólo quiere hablar de Dios y con Dios, cosa que también me preocupa a mí porque espero que Dios sepa de toros gracias a Goya y Picasso, pecadores pero buenos conocedores de la Tauromaquia y dignos del perdón divino) de mi actividad en este mundo primero como espectador, después como periodista (mi premio llevaba el nombre de Alberto Maestro, al que dediqué un recuerdo especial por su apoyo en tiempos difíciles, a su hija Laura y a las aragonesas que formaron un grupo estupendo, con Susana la de Alcorisa, la hija de Sesma e Isabel Sauco, de Pinseque, Gallur, Ejea y Tauste, en donde se encontró con la alegría), empresario, apoderado, comisario de exposiciones y responsable de la Plaza de Toros de Zaragoza como técnico de la Diputación Provincial. Más de setenta años en este mundo. Y, gracias a Dios, mantengo la mente libre y activa. Y vivo, por ahora. Que sea por muchos años y que me entere.

Esta es la cara de mi moneda de hoy. La cruz es el título: el feísmo. Recuerdo una película de hace muchos años que el protagonista se pasaba el rato llamando feo a todo lo que no le gustaba. Me agradaría tener el valor y la osadía de hacer lo mismo en muchas de las circunstancias que me toca vivir y, principalmente, cuando viajo en autobús y veo a los jóvenes con hierros en la cara, anillas en la nariz o las orejas, en camiseta y con tatuajes invasivos en el pecho y los brazos, cortes de pelo como pequeños jardines, extensiones y colores, colocando los pies en el asiento de enfrente, haciendo pompas de chicle o grabando letras en los cristales de las ventanas. Vestuarios y calzados barrocos o de la calabaza. Feos, feos, feos. En la pintura, Tapies, Miralles, Saura o Miró. ¿Qué quedará de ellos dentro de un siglo? Lo que queda del “Tiroriro”, “Rascayú” cuando mueras que harás tú, “La Vaca Lechera” merengada, “Chiquilicuatre”, Lady Gaga y Mick Jagger. De Barceló y su perro-toro salchicha que está en la Real Maestranza de Sevilla y que creo que costó diez millones de pesetas, la cúpula de Bruselas o la catedral de Palma de Mallorca, y los toreros gordos de Botero.

Ya en los toros, hay muchas cosas feas. De momento, algunos vestidos de torear. En principio, todos los catafalcos de F. F. Román. ¿Qué hace un torero vestido de catafalco? Los que le diseñó Alberti a Luis Miguel en su reaparición, copiados por J.J. Padilla antes del suceso zaragozano, los butanos, amarillos o apastelados, los de falsos chalecos, el que no se pone faja, enseña los tirantes o se descalza sin motivo. Hay que ser torero y parecerlo. Eso lo repetía Rafael Guerra y lo practicaba. Una vez fue a la plaza de toros de Córdoba a ver a un novillero que había recomendado y, al llegar al patio de cuadrillas, le preguntó a su acompañante cuál de ellos era. Se lo señaló el interpelado y lo contestó “Guerrita”: “Vámonos pa casa”. Luego el susodicho diestro llegó a tomar la alternativa y se hizo rico con una taberna en los alrededores de la Plaza Mayor de Madrid, en la que había una cabeza de toro con esta leyenda: “Este toro lo mató Félix Colomo no sabemos cómo”.

No me gustan los capotes almidonados, recortados y con la esclavina bordada con las iniciales del dueño, las largas cambiadas “a porta gayola”, las navarras, las carreras y los saltos en banderillas, levantar los palos hasta el cogote, el par al violín y que no se prodiguen los “de poder a poder” o al sesgo, ni los puyazos traseros, la suerte “de la fregona”, el peto actual, “la carioca” y no darle el pecho al toro (se entiende, el pecho del caballo), que varios banderilleros sujeten al toro en un burladero al salir los caballos al ruedo, se deje al toro en el peto y no se haga el quite verdadero, se ponga la montera bocabajo para regocijo de algunos espectadores, se inicien las faenas de muleta sin tener en cuenta al toro, las muletas grandes con estoquilladores enormes, el torear en uve, el retrasar la pierna de salida, agacharse o curvar la figura. Me gusta la naturalidad. No hace muchos años, los principiantes solían codillear y se consideraba como un defecto porque no vaciaban la embestida del toro. Ahora, como la arruga, el codilleo es bello. Belleza es condición indispensable para considerar al toreo como arte. Pero para alcanzar la Gloria, a los tendidos tiene que llegar la emoción. Eso solo se consigue con el toro. Con el toro, el caballo y el torero que lo sean y lo pareacan.

Enemigo del peto actual y de los Reglamentos. Yo los suprimiría y los dejaría reducidos a un solo artículo: que se cumpla lo que se anuncia en los carteles. Luego el público decidirá; si le gusta lo contemplado premiará al torero y volverá la próxima vez y hasta puede que salte al ruedo para sacar a hombros al triunfador. Ahora hay un equipo de hombres-taxi con camisetas de propaganda que suelen salir en los espacios publicitarios más que los toreros. No me gusta que se coman pipas en los tendidos o se beban “gintonics” sin medida y no se pare en el asiento, se pida música con palmas de tango o se le mande parar cuando se coge la espada. ¿Le ha preguntado alguien al toro si moriría más feliz escuchando un pasodoble. El de “Er Chi-Chi” no, desde luego. Se tocó en la pasada Feria del Pilar, esa que se anunció con un cartel de un buen pintor, Moreda, pero feo sobre todo desde el punto de vista técnico-taurino, un torero de verde ejecutando un pase de muleta encogido de hombros y con la cabeza escondida se supone que para que se viera la silueta del Pilar. Entre los toreros se dan muchas clases de estéticas, de bellezas. Yo prefiero a los góticos y meto en esta clasificación a Lagartijo, a Rafael el Gallo, a Pepe Luis, Curro Romero y Morante. Románicos como Frascueelo, Joselito, Marcial, Armillita o Luis Miguel. Barrocos como “Paquirro”, Gaona, “Cagancho” y Paula. Churriguerescos como “Cúchares”o “El Cordobés”. Y Antonio Bienvenida y Domingo Ortega, dos herrerianos de muy distinta construcción pero ambos basados en la naturalidad. La lista es mucho más extensa y variada, pero se me permitirá, en mi particular estética, que cite una entrevista reciente hecha en Sevilla a Pepe Luis I, Pepe Luis II y a José Luis Vázquez, hijo de Manolo y nieto del primer Pepe Luis, que al año que viene iniciará su oposición para que se le conozca como Pepe Luis III. Y Pepe Luis Vázquez, a sus 91 años, recuerda a tres toreros, el senequista “Manolete”, el gótico casi románico Manolo González y el flamígero Pepín Martín Vázquez. ¡Cuanta belleza! Hay que desterrar el feísmo, puede ser la solución.

sábado, 24 de noviembre de 2012

Premios Peña Taurina Peñaflorense

Por: Ignacio Bentura Aznárez

Esta tarde se han entregado los premios de la Peña Taurina Peñaflorense de la Temporada 2012.
Primero ha habido una recepción en la sede de la peña  y posteriormente se ha hecho entrega de los premios en el Centro Cívico de Peñaflor.
Inaugurado por el presidente de la peña, Armando Sancho Recaj y presentado por Ángel Solís, el acto ha contado con la participación de los premiados y con una buen afluencia de público, no se ha colgado el cartel de no hay billetes, pero casi.
Este año se le ha concedido el premio a la mejor labor informativa a Benjamín Bentura Remacha, reconociendo y premiando su trayectoria e implicación en la difusión de la Fiesta.
Merecido reconocimiento a una vida volcada en esta afición que le viene de cuna. Se nota que de casta le viene al galgo
Gracias a su independencia y su profundo estudio de la tauromaquia, siempre nos aporta su visión, sin influencias, no quedándose en la mera crítica, obligándonos a leer con detenimiento para captar todo lo que nos quiere transmitir.
No podría dejar de citar al que yo creo que es su maestro, con permiso de Barico, su paisano "Don Francisco el de los Toros", cada uno en su estilo y en su tiempo, pero dos maestros.

Esperemos que sean muchos más

Premios de la Peña Taurina Peñaflorense (Temporada 2012)

-Premio “Maestro Chenel Antoñete” a la Faena para el Recuerdo: A Antonio Gaspar "Paulita" por su faena realizada al toro “Flameado”, de la ganadería de Ana Romero, lidiado en sexto lugar en la corrida celebrada el 7 de Octubre.-Premio “Victorino Martín” a la mejor Corrida de toros: A la ganadería de Ana Romero por la corrida lidiada el 7 de Octubre en Zaragoza.
-Premio a la mejor Novillada con picadores: A la ganadería de Adelaida Rodriguez por la novillada lidiada en Zaragoza el 6 de Mayo del 2012.
-Premio “Eduardo Miura Fernández” al Mantenimiento y Recuperación de un encaste: A la ganadería Juan Luis Fraile (encaste Santa Coloma, vía Graciliano).
-Premio “Alberto Maestro” a la mejor Labor Informativa: Benjamín Bentura, por su trayectoria profesional en la información taurina.
-Premio “Juan Luis Cano” al mejor Aficionado: Tauronaria, por su compromiso con la difusión y el estudio del toro de lidia.
-Se concede una Mención especial, al toro "Infeliz" de Torrestrella ganador de la Corrida Concurso de Zaragoza y a Tito Sandoval, picador de toros, por su decidida labor de recuperar el tercio de varas .








Ignacio Bentura Aznárez

lunes, 19 de noviembre de 2012

MI PENÚLTIMO REFUGIO

Me agarro a un clavo ardiendo y voy a Madrid a poner en vivo tantos años de mi vida, de 1932, al año de mi nacimiento, hasta 1978, vuelta a mi tierra natal, con el paréntesis del 36 al 39, años en los que tuve la fortuna de vivir en San Sebastián. Vidal Pérez Herrero, Temple de templario castellano, editor de la Agenda Taurina, me invita a su presentación y me concede el honor de subir al escenario del salón de actos de la Casa del Reloj de Legázpiz y compartir presidencia y palabra con el embajador de México, don Francisco Javier Martínez, el empresario de este mismo país, Pedro Luis Martín Bringas, la concejala de Arganzuela, Carmen Rodríguez, la responsable de la ganadería de Baltasar Ibán, Cristina Moratiel, el que sigue siendo alcalde de Madrid en el recuerdo de muchos madrileños, José María Álvarez del Manzano, el alcalde de Colmenar Viejo, Miguel Angel Santamaría y la adorable y torera Dolores Navarro, que tuvo el detalle de confesarme que leía mis crónicas, algo que le agradecí muy especialmente porque uno escribe para que le lean. Me acompañaron hasta el viejo Matadero mi primo José Luis Cerezo, aficionado práctico, pintor y escultor y residente en México y nuestro paisano Ramón Acín, descendiente de los ganaderos Ferrer de Pina de Ebro, saludé al colombiano Diego Ramos, el Messi de los artistas toreros, y a Pablo Guzmán, el gran restaurador de Aranjuez, y vi de lejos a Peñuca de la Serna y a muchos amigos más a los que no pude acceder porque había tanta gente que no encontré la forma tomar contacto con ellos. Después de la intervención del embajador mexicano, todos los que hablamos le manifestamos nuestra envidia porque el señor Martínez dijo que en cada lugar de su extensa patria había siempre un rincón para vivir la fiesta de los toros. Pues, en España, no. En España hay lugares en las que está prohibida.

Era cuestión de hablar de México y este fue mi parlamento: Pienso que mi relación taurina con México se inicia el 24 de agosto de 1934, cuando Lorenzo Garza y Luis Castro “El Soldado” actuaron mano a mano en Madrid, en la vieja plaza de la Carretera de Aragón, y mi padre firmó la crónica del festejo en las prestigiosas páginas de “El Debate”, magníficamente ilustrada con los apuntes de Roberto Domingo. Lorenzo Garza había renunciado a su primera alternativa y, como “El Soldado”, había intervenido en otras novilladas anteriores para desatar la curiosidad de los madrileños que agotaron las localidades en las taquillas de la calle Victoria, taquillas que continuarían su función a mediados del mes de octubre de aquel año después que en esta plaza se celebrara su postrer función con Cañero, Marcial, “Cagancho” y Rafael “Gitanillo de Tríana” y se abrieran los accesos a Las Ventas del Espíritu Santo. Después del éxito madrileño, Lorenzo Garza volvió a tomar la alternativa de manos de Juan Belmonte (¡casi na!) en Aranjuez y Luis Castro continuó su seguro camino hasta consagrarse definitivamente. A los dos los conocí en México y a Garza tuve la suerte de entrevistarle años después en el Museo Taurino de Las Ventas. “El Ave de las Tempestades”, “Lorenzo el Magnífico” se mantuvo en los ruedos largos años y en 1965, el 7 de noviembre, le concedió la alternativa a su paisano Manolo Martínez en el lugar natal de ambos, Monterrey, y todavía sumó otras dos actuaciones el 20 de enero de 1966 en León Guanajuato junto a Joselito Huerta, José Fuentes y Manolo Martínez, y otra el 20 de febrero, otra vez en Monterrey, con Paco Pallares y Raúl Contreras. La presencia en esos carteles de José Fuentes y Paco Pallares me hace pensar que algo tuvo que ver en la prolongación de la vida torera de Garza don Rafael Sánchez “Pipo”, apoderado de ambos y cuyo centenario de su nacimiento se cumplió el pasado día 15 de noviembre.

Cuando me inicié en el periodismo, escribí una larga serie de artículos sobre la historia taurina mexicana y, como colofón, el 5 de enero de 1964 me embarque en Aeronaves y me presenté en la capital mexicana. La primera corrida que vi en la Monumental fue una de “La Punta” que lidiaron Jaime Rangel, Manuel García “Palmeño” y la pretendida confirmación de Oscar Realme, ya que en el saludo de capote a su primer toro resultó cogido y con dos graves heridas que le impidieron recibir estoque y muleta. Rangel era el héroe esperado para enfrentarse a los consagrados diestros españoles y aquella tarde cortó dos orejas del cuarto toro mientras que Paco Camino se las veía muy complicadas con su recién estrenado suegro, el señor Gaona, que gobernaba los destinos de la mayor plaza del mundo. Cabral, un excelente dibujante, publico una especie de chiste en la que el doctor Gaona abrazaba a su yerno y le preguntaba: -¡Qué piensas, Paco?. – En que solo hablan mal de las suegras.

En la siguiente corrida confirmó su alternativa, española como la de Realme, Fernando Peña, y en “El Toreo” se presentó Manuel Benítez “El Cordobés” con Rafael Rodríguez y Juan Silveti, hijo de “El Tigre de Guanajuato”, y al que yo recordaba especialmente por la corrida que toreó en Madrid con Antonio Bienvenida y Manolo Carmona. Camino y José Antonio Chopera salvaron sus diferencias con el papá de Norma Gaona y, por fin, el de camas hizo el paseíllo desde el largo túnel del miedo hasta profundo ruedo monumental con Joselito Huerta y Jaime Rangel, que cortó tres orejas y rabo a los toros de Reyes Huertas, mientras que Paco solo conseguía un trofeo. Ya estaba el lío armado y se repetía la escena de otros tiempos de Silverio bañando a “Manolete”. Luego vi a Procuna con Diego Puerta, a Alfonso Ramírez “El Calesero” con Antonio Campos “El Imposible”, estuve en la despedida de Juan García Mondeño en la hacienda de Santa Rosa de la familia Barroso, los de Mimiahuapan, y la presencia como picadores de Fermín Bohórquez y Alvarito Domecq y Manuel Benítez le cortó las dos orejas y un rabo en “El Toreo” a un toro de Reyes Huertas el 22 de febrero. El 7 de marzo, en “la México”, Paco Camino, en competencia con cinco diestros nacionales, Humberto Moro, Joselito Huerta, Antonio del Olivar, Emiliano Rodríguez y Jaime Rangel, conquistó la “oreja de oro” aunque solo diera una vuelta al ruedo a la muerte de su toro de “El Rocío” porque, pese a su extraordinaria fama de estoqueador, necesitó tres entradas a matar. La “Rosa Guadalupana” se disputó el 29 de marzo, fue la última que vi en México y la conquistó Joselito Huerta en tarde en la que hizo el paseíllo con “El Calesero”, Antonio del Olivar, Joaquín Bernadó, Emiliano Rodríguez y Jaime Rangel.

Pero mi estancia de tres meses en México fue un tremendo acicate para mi carrera periodística. Conocí a gente muy valiosa como el murciano Isidoro Sánchez, intendente de “la México”, a Alvarito Albornoz, el de “las revoleras”, especiales y personales greguerías, y a muchos añorantes españoles que iban todas las noches a ver a Sara Montiel en “El último cuplé” por sus canciones y los rincones de Madrid, a un gran periodista de “Excelsior”, don Manuel Orta, que me regaló la biografía de Ponciano Díaz ilustrada con un apunte de Cabral del Ponciano rejoneador colocando un par a dos manos, a Carlos León, que en lugar de crónicas escribía cartas, una de ellas al Papa Juan XXIII en la despedida de “Mondeño”, y al también español Luis Carlos Felipe Juan de la Crus Fernández y López de Valdemoro que, al otro lado del Atlántico, dio a luz a “Pepe Alameda”. Pepe por “Joselito” y Alameda por la de Hércules de Sevilla, en donde nació “Chicuelo”. Así se da el gran acontecimiento: se encuentran “Pepe Alameda”, creador del primer programa de toros televisado y que en estos días, como “El Pipo”, hubiera cumplido cien años, y Humberto Peraza, el escultor que, para mí, es el mejor heredero de Benlliure. Allí, en aquella pantalla de la primitiva televisión mexicana, “Pepe Alameda” hablaba de la corrida celebrada y Peraza moldeaba con plastilina la escena más destacada del festejo.

Peraza esculpió un busto de homenaje a “Pepe Alameda” y este, por medio de Juan de la Cruz Fernández y López Valdemoro, le dedicó estos versos:

La emoción de la escultura

cuando esculpido me vi,

fue verme fuera de mí

reducido en forma pura,

deshabitada figura.


Prisionero de tal suerte

la imagen en bronce inerte

tiene una emoción real,

pues anticipa, inmortal,

el vacío de la muerte.

 
Pero en esta Agenda de Vidal Pérez Herrero hay lugar también para un colombiano, Diego Ramos, al que, a pesar de que firmo en ella un artículo sobre él, no puedo describir con palabras. Sólo sé que, al ver el primer alamar que salió de sus pinceles, me convenció. Es algo nuevo dentro de lo clásico, lo eterno. Sorprendente. No le busco precursores porque el colombiano es pintor por generación espontánea y torero por sentimiento. La música de sus colores invade el gran refugio de mis recuerdos. Gracias.

lunes, 12 de noviembre de 2012

ESAS PLAZAS DE TOROS


Me ha llamado mi hijo Ignacio, padre de Diego Bentura, tocayo y descendiente del ganadero del siglo XVIII que lidió toros en Madrid, Zaragoza y Pamplona, y me ha dicho que Luis Miguel confesó que no era cierta la anécdota famosa con Ava Gadner al salir de su habitación, que se la inventó. Ahora solo falta que no sea verdad lo que le contestó Juan Belmonte a don Ramón María cuando este le dijo al falso trianero que solo le faltaba morir en la plaza. No se les puede quitar a los toros todo el ropaje que los transfiguran. No se pueden eliminar las plazas de carros ni los templos en los que se oficia la sagrada ceremonia de la corrida de toros. Tampoco se debe cercenar la liturgia desde el paseíllo a la salida por la Puerta Grande. Ni se pueden desmontar las piedras del templo y trasladarlas a Nueva York, como se hizo en tiempos con las del Románico o el Gótico. Pero tampoco seamos más papistas que el Papa. Admitamos la lógica y confortable evolución. Cuando se cubrió la plaza de toros de Zaragoza, en cuya gestión participé activamente, hubo algunas voces discrepantes que defendían la tesis de que nuestra fiesta nacional necesitaba de sol y moscas y es posible que tuvieran algo de razón. La Monumental de Barcelona se ha cerrado cuando en su graderío uno podía acomodarse en confortables butacas de plástico. San Sebastián ha perdido clientela en su moderno coso, en el Carabanchel madrileño se tienen que apoyar en el baloncesto para sobrevivir, La Coruña ha desaparecido del mapa torero y las del cinturón madrileño dormitan algunos sueños de hipotéticas glorias toreras.

Madrid anuncia para este invierno una innovación que tuvo su precedente hace años en el romano circo de Nimes. En la capital francesa se colocó una cubierta neumática que disminuía su capacidad pero que posibilitaba la celebración de novilladas en pleno invierno. No duró mucho la experiencia, por lo que se puede colegir que no fue positiva. Sin embargo, lo de Las Ventas es distinto. Se trata de una empresa de espectáculos musicales que va a poner una cubierta bajo gradas y andanadas para utilizar solo los tendidos y entonces don José Antonio, “Zorro plateado”, ha insinuado que aprovecharan el invento para organizar novilladas. Desde tiempos inmemoriales se ha tratado de paliar la sequía taurina en las canales del invierno y, a principios del siglo pasado, se utilizó la figura de “Don Tancredo”, aquel que suscribió un seguro de enterramiento, para llevar a los aficionados a la plaza que estaba en lo que hoy es el Palacio de los Deportes, en la avenida de Felipe II. Bien está y Madrid, en marzo del año que viene, volverá a tener su plaza de “Los Vientos” y lloverá en mayo, por San Isidro, porque es muy bueno que llueva en primavera. Yo el tiempo lluvioso le llamo “buen tiempo”. Asientos de granito estrechos e incómodos, con la salvedad de los sillones escurialenses que se perfuman con los aromas del ciemo de los corrales. En uno de esos sillones se sentaba en mis tiempos jóvenes el general legionario y mutilado Millán Astray, manco y tuerto, padrino de boda de Celia Gámez. Luego, Madrid era de Victorino y de Andrés Vázquez, pero, para mí, el que más largo periodo fue torero de Madrid es Antonio Bienvenida , el de General Mola. Su padre, don Manuel, decía que el mejor torero de la familia era Juanito, pero es que los padres siempre protegen al más débil. A mi amigo cordobés José María Portillo, no sé si más “bienvenidista” que “pepeluisista”, le he contado lo que dijo el “Papa Negro” después de ver torear a Antonio en San Sebastián de los Reyes: “Ya me puedo morir tranquilo. Ya he visto torear”. Y se murió, claro.

Pero ahora toca hablar del continente, no del contenido. De las plazas de toros. A la memoria me viene la de “Las Arenas” perfectamente restaurada y sin toros. Son como las mezquitas musulmanas que Fernando el Santo convertía en catedrales y, como era hombre de buen gusto, conservaba lo que de bello tenían los templos de Alá. Es lo que le puede ocurrir momentáneamente a la plaza de Madrid, a la Monumental de México o a la Santamaría de Bogotá. En Las Ventas del Espíritu Santo parece que no hay peligro inmediato aunque no podamos descartar que la gran explanada pueda convertirse algún día en un monstruo comercial junto a la M-30. Hace más de 80 años aquello era un extenso descampado en el que primero se puso la sartén y luego se encendió el fuego. Allí estaba la gran plaza de toros de bella silueta neo-mudéjar, a la que solo podían acceder los alpinistas y algún que otro vehículo acorazado. Así se dio la corrida de la bandera republicana en 1931, pero hubo que esperar hasta el final de la temporada de 1934 para encadenar unos cuantos festejos que condenaron al ostracismo a la de lo que era la Carretera de Aragón a la altura del cruce de Goya con Alcalá. En Madrid no veo demasiado e inminente peligro, pero ¿qué va a pasar con México, Bogotá o San Sebastián? ¿Y en Zaragoza? En México se habla de instalar en el embudo de Cuatro Caminos un complejo cultural, deportivo juvenil. No es como en 1946, ahora la de México está más cerca del centro de la ciudad. La Santamaría de Bogotá, por decisión del alcalde de la ciudad, Gustavo Petro, “de piedra ha de ser la cama”, está cerrada a los espectáculos taurinos porque este señor ha prohibido su celebración. La Corte Constitucional le ha dicho que “prohibido prohibir” por parte de los alcaldes y concejos, que en Bogotá hay corridas desde 1750 y que el tema no es estar o no de acuerdo con las corridas, sino en la libertad de realizarlas si hay personas que quieren verlas. Luego, nuestra San Sebastián, antes refugio de los franceses de Burdeos, Bayona, Pau y el resto de los Pirineos occidentales. José Antonio Chopera ha dicho que, si sus sobrinos tiran la toalla, a él no le importaría intentar que la de Illumbe siguiera siendo plaza de toros, que para eso fue construida tras los años soledad torera que supuso el derribo del coso del otro lado del Urumea. ¿Qué pasará? ¿Y Zaragoza? No soy amigo de hacerle las cuentas a nadie, pero a los empresarios les tienen que salir porque, de lo contrario, se van con la música a otra parte. La incertidumbre es grande y si empezamos por destruir el continente ¿dónde ubicaremos el contenido? Los toros, los toreros y el público. Panorama tenebroso alumbrado por una calabaza vacía con ojos, nariz y boca y una vela encendida dentro. Y esto no nos llego vía Nueva York. Cuando yo era chico, por “Todos los Santos” ya jugábamos a fantasmas.

viernes, 26 de octubre de 2012

LAS SOLUCIONES DE CADA AÑO

La temporada ha terminado y, como desde que yo aprendí a leer, los consejeros despiertan de su letargo veraniego y buscan las fórmulas mágicas para vivificar esta Fiesta que se nos muere cada día, cada semana, mes o año. La Fiesta, que no cayó a manos de Papas excomulgadores o Reyes prohibicionistas, guerras o plagas, no caerá a impulso de políticos nacionalistas, protectores de animales, verdes o ecologistas, la mayoría de izquierdas, que organizan manifestaciones y algaradas a las puertas de las plazas de toros en los días de festejos mayores. Ni tampoco porque Manzanares destape sus musculosos encantos apenas cubiertos por una capa pluvial de canónigo catedralicio, José Tomás se tape con sombrero de paja y camiseta del Che y Cayetano con bufanda glamurosa y bien oliente. A Belmonte le retrató Romero de Torres mostrando su desnudez bajo un capote de luces. Claro que, por entonces, también “Terremoto” era de lo más criticado por los tradicionalistas por llevar sombreros flexibles con las alas bajas, leer novelas de Pérez Galdós, ir al teatro a ver obras de Benavente o Valle Inclán, alternar con filósofos o poetas y hacerse abrigos con trabilla en la espalda. Luego era el que más se arrimaba, confiaba en la fuerza de sus brazos, nunca corría y menos saltaba la barrera. Adaptaba su toreo a sus condiciones físicas. Preciosas las fotos de Curro Puya y su hermano Rafael, pero nada que ver la elegancia y discreción en el vestir con la actitud de cada cual en los ruedos, aunque a mí, en estos casos, siempre se me ocurre pensar en “Manolete”, de quién me vienen a la memoria unas fotos con el torso desnudo y sombrero de campo acompañado de Lupe Sino a lomos de un burro en unas vacaciones felices, aparentemente, cerca del lugar de origen de la única novia conocida del “Monstruo”. Pero también recuerdo aquel traje corto negro con camisa de chorreras y botonadura de brillantes que vistió la noche de Lhardy en la cena con la intelectualidad.

Bueno, el hábito no hace al monje, pero el torero es bueno que lo parezca. En este espectáculo es importante la estética. Hace unos años vi una foto de José Tomás con pantalón a media pantorrilla y sentado en una roca junto al mar a imitación de la sirenita de Copenhague y también acudí a la estampa manoletista. Años después, José Tomás es el Mesías consumando la hazaña de hacer una temporada de tres corridas, Huelva, Badajoz y Nimes. Lo de Nimes, muchos, los que estuvieron allí, claro, dicen que es el acontecimiento de todos los siglos. Ya sé que las comparaciones son odiosas, que el reloj no puede ir marchas atrás, que las circunstancias son distintas, que, con Bergson, el agua no puede pasar dos veces por el mismo sitio y que las llamas del fuego son siempre distintas. Pero le voy a echar valor y voy a recordar la tarde del 4 de junio de 1970 porque dio la casualidad que yo estuve allí y hasta me retraté junto a Paco Camino en el patio de cuadrillas, antes de hacer este su solitario paseíllo. Era Madrid, la corrida de Beneficencia y el de Camas no cobraba un duro. Ya empezamos. Los toros anunciados eran de Juan Pedro Domecq, Felipe Bartolomé, Carlos Urquijo, Pablo Romero, Eduardo Miura, Joaquín Buendía y Manuel Arranz (los de Nimes, de Victoriano del Río, dos, Jandilla, “El Pilar”, Parladé y Garcigrande). No me puedo callar. Es cierto que el de Pablo Romero, protestado por cojo, fue sustituido por un segundo ejemplar de don Juan Pedro, entonces en lo más alto del prestigio de los herederos del hierro de Veragua, en le línea de Vistahermosa del Conde de la Corte. Claro, dos toros de procedencia del Conde de Santa Coloma, Ibarra y Saltillo, los de Joaquín Buendía y Felipe Bartolomé, este como séptimo de propina, desaparecidos de la circulación porque no eran cómodos para los toreros en general y de grato recuerdo para Camino, Eduardo Miura de no muy diáfano historial porque en sus orígenes se mezclan Veragua, Pérez Laborda y Parladé hasta adquirir personalidad (¿?) propia, Pablo Romero, vazqueños, jijonas y cabreras , el murubeño de Carlos Urquijo, heredero de Carmen de Federico, “Barbero de Utrera” y Vistahermosa, Guardiola y Gamero Cívico, y el más moderno Manuel Arranz, con origen en Colmenar Viejo, el “Cura de la Morena” mejorado con vacas y sementales de María Montalvo y Conde de la Corte.

A idea he citado los variados orígenes de los toros de Madrid para compararlos con los de Nimes y hasta los de Huelva y Badajoz. Hay una tremenda distancia no sólo geográfica aunque la plaza francesa se tenga como de primera. ¿Qué orejas se valoran más? Madrid es Madrid hoy y hace más de cuarenta años y Paco Camino cortó 48 orejas en Las Ventas del Espíritu Santo y salió a hombros 12 veces. Y también vio la muerte muy de cerca y la comprobó a su lado en la persona de su hermano Joaquín. Decía Aristóteles: La Gloria no está en recibir honras sino en merecerlas”. Creo que unos y otros, todos los toreros que he citado las merecen.

Otro que las merece es el ganadero portugués Joaquín Manuel Murteira Grave desde que se presentó en Madrid con el novillo “Piloto” y sus hermanos “Coquito”, “Treintaicinco” y “Marinero” lidiados en la capital de España el 21 de junio de 1964. A partir de entonces es larga la lista de toros de su ganadería que han merecido los honores de la inmortalidad (¿?). Pero tengo dentro de mí el pequeño resquemor lugareño de que dos de los famosos “murteiras” correspondieran a dos toreros aragoneses y les marcaran un nuevo rumbo. A Justo Benítez fue “Sacristan”, lidiado en Madrid el 6 de junio de 1984, el que le hizo empresario y a Roberto Bermejo, “Bilbaíno”, el 13 de julio de 1986, el que le convirtió en banderillero. Gran banderillero, completo con el capote y con los palos y, además, extraordinaria persona. Lo que no se atrevía a decirle José Luis, su apoderado, y me pedía que se lo dijera yo, se lo gritó “Bilbaíno” en Pamplona. Los toros les dicen muchas cosas a los toreros cuando se enfrentan en la soledad del ruedo.

Yo, afortunadamente, también tengo oportunidad de decir muchas cosas, pero me hacen poco caso. El que tenga la paciencia de seguirme sabrá que he pedido muchas veces la reforma del peto amurallado en el anatómico que de alguna ventaja al toro. Empecé mi inútil campaña hace más de cincuenta años. Ni caso. Ahora he leído que se va a ensayar una puya retráctil. O sea que pinchas en el morrillo o donde sea y la pirámide rompedora se esconde. ¿Y si le hace falta más castigo al toro? Pues se aprieta un botón situado en el palo y vuelve a salir la pirámide mortífera, me imagino. Yo había pensado en algo más sencillo. Los toreros posbélicos se acostumbraron a utilizar la espada simulada de madera o aluminio que pesaba menos y tenía menos riesgo para el matador que la utilizaba. Tanto se prodigó su uso que las autoridades exigieron que el diestro que optase por ayudarse artificialmente durante la faena de muleta tuviera que acudir a la enfermería para, previo el examen facultativo (“me duele la muñeca, doctor”), autorizarle el empleo del artificio fuera del material que fuese, cosa que se anunciaba en un cartel en el paseo completo del callejón por parte de un empleado. Al final, ante el masivo uso del estoque simulado, se prescindió del parte y el letrero y resulta curioso que, hoy en día, de los más de doscientos matadores en activo solo uno usa durante la lidia el estoque de acero bien templado, Juan Mora. Mi propuesta es que, previo examen de los veterinarios de cada función de los toros enchiquerados faculten a los picadores para el uso de la puya simulada previo cartel informativo similar al de los antiguos del estoque simulado. Con la puya actual la suerte de picar si simula casi todas las tardes y los espectadores aplauden con fricción la suerte de la fregona, tal como si el ama de casa quisiera escurrir al agua del invento que liberó a millones de mujeres. Si los españoles liberaron a los indios llevando burros a América, el inventor del palo con flecos y el pozal con escurridor puso en pie a las mujeres de su casa. ¡Viva el lujo y quien lo trujo!



martes, 16 de octubre de 2012

FINAL DE FERIA EN ZARAGOZA

Terminaba mi relato de la primera mitad de la Feria de Zaragoza con la noticia de la corrida goyesca del día 9 de octubre y su significado dentro de este tipo de festejos que se iniciaron, precisamente en nuestra ciudad, el año 1927 para anunciar el centenario de la muerte de Francisco Goya, figura universal y el mejor y más grande cronista de los toros de la historia de la Tauromaquia en esa versión moderna que se inició a mediados del siglo XVIII y a la que puso color, música y protocolo el genio de Fuendetodos ayudado por la primera gran trilogía de matadores, Pedro Romero, Joaquín Rodríguez “Costillares” y José Delgado “Pepe-Hillo”. Una auténtica “conjunción astral”, no como la de la Pajín. Y en esa corrida dio la casualidad de que en el quinto toro se sentó cerca de mí el presidente de la Diputación de Zaragoza, Luis María Beamonte, y consideré adecuado manifestarle mi discrepancia sobre que la estatua en bronce que creara el escultor Manuel Alcón para ser colocada en el tendido del coso de Pignatelli, cosa que se hizo el 23 de abril, San Jorge, de 1991, siendo presidente de la DPZ don José Marco y diputado-delegado taurino don Eduardo Aguirre, fuera desterrada años después por imposición del empresario Justo Ojeda al patio de cuadrillas y permanezca escondida tras camiones, automóviles y maleza. Me prometió estudiar el asunto y le sugerí que, si el problema era la ocupación de cuatro localidades, fuese la Diputación la que se hiciera cargo de “los abonos anuales de don Francisco el de los toros”. Tras la estatua de Goya había dos paneles pintados por Miguel Ángel Ruiz Cortés, dos majas de pinceladas largas y coloristas que se conservan en las escaleras de subida al Aula de Cultura, en donde estos días, tras las funciones de cada tarde, se celebraron las X Jornadas Taurinas presididas por Pascual Marco, que hace unos años también presidió la Diputación zaragozana. En la clausura me correspondió a mí el papel de moderador con la compañía de Jesús Pérez, delegado de Asuntos Taurinos de la D.G.A., y Carlos Rodríguez, representante de la empresa SEROLO. Hubo reconocimientos para Pedro Sancristóbal, como excelente aficionado, María Pilar Zalaya, alma de la organización de estos actos y Carlos Jaime, descendiente de “Herrerín” y representante de la peña que formaron los partidarios de este torero que murió en San Roque (Cádiz) y de Florentino Ballesteros, muerto en Madrid en tarde en la que alternaba con “Joselito”. Los dos, Herrerín y Ballesteros, formaron la pareja de novilleros que en la segunda decena del siglo XX obligaron a la ampliación de la Plaza que construyera Pignatelli en 1764.

Bueno, estaba en el comienzo de la segunda parte del ciclo pilarista. Habíamos visto toros con presencia y calidad y solo un cambio en los carteles: se cayó Barrera y le sustituyó el torero del barrio de La Valareña de Ejea de los Caballeros, Alberto Álvarez, corridas bien presentadas y con buena dosis de bravura como se comprueba en el reparto de premios finales y la esperanza no muy afianzada de que continuara la racha. No fue así y en la corrida de Daniel Ruiz, uno de “Garcigrande” sustituyó al titular y, pese a su mansedumbre inicial y los problemas que planteó a banderilleros tan expertos como “Niño de Leganés” y Emilio Fernández, dio pie a que Julián López “El Juli” mostrará toda su ciencia, valor y entrega y le cortara una oreja aunque pinchara una vez y, como siempre, saltara en la ejecución de la contundente estocada. J.J. Padilla encabezaba este cartel y su actuación se desarrollo según lo previsto. La plaza se cubrió casi al completo, las ovaciones al “Pirata de Jerez” fueron continuas y unánimes y al final de la lidia de sus dos toros el presidente le concedió sendas orejas y las vueltas al ruedo fueron también sendos clamores admirativos. El primer toro lo brindó a los médicos, entre los que no faltó la doctora especialista en cirugía maxilofacial que le intervino en el “Miguel Servet” aquella noche del día 7 de octubre del año pasado, y el segundo, a su amigo Adolfo Suárez Illana. ¿Y al público? No se impacienten, todavía le quedaban dos toros más en la corrida de Bañuelos, en la que falló Manuel Díaz “El Cordobés” no sé por qué razones y le sustituyó Serafín Marín como recordatorio de la injusticia taurina catalana. Padilla, mejor vestido que antes de lo del año pasado, le brindó al público el primer toro y muchas veces veloz, otras enganchado, templado y largo en ocasiones y siempre acompañado por el fervor popular en el desarrollo de su faena. Mató de una estocada perdiendo la muleta, pero ello no fue impedimento para que la presidencia le otorgara las dos orejas que le abrían la Puerta Grande. Y, por esas paradojas que tiene este espectáculo, esa Puerta la franqueó J.J. únicamente a hombros del ayuda de su mozo de espadas y acompañado por miembros de su cuadrilla. Curiosamente, en la foto publicada en “El Mundo”, la cara del costalero está difuminada y en el “Heraldo de Aragón” ni se le ve. Otra cosa extraña fue que, pese al triunfo de Padilla en la corrida anterior y ser el día del Pilar, en su segundo festejo hubo menos de media entrada. Entre ambas corridas hubo otra de “Zalduendo” a su aire decadente y en la que “El Fandi” hizo todo lo que sabe, Castella cortó una oreja con su serenidad prodigiosa de hombre tranquilo y sosegado, y Perera no la consiguió pero si mostró su buen arte- El día del Pilar otra oreja para la personalidad de Jiménez Fortes que abre más su crédito de cara a la temporada que viene. Al catalán le correspondieron los peores de la tarde y puede que de la feria. Y el sábado, 13, toros de “Las Ramblas” y “El Torreón”. De pronto corrió el rumor de que Francisco Rivera Ordóñez se despedía de los ruedos (Si Dios quiere) y todo lo demás perdió interés. Y hubo de todo. Algunos que han respetado al diestro que ha permanecido en los ruedos dieciocho años como matador de alternativa, hijo de un torero que perdió la vida ante un toro, nieto y biznieto de tres matadores de toros, sobrino nieto de muchos más, hermano primo y ¿qué más? Solo por eso merecía ser tratado con elegancia y buen tono. Y que no se va porque no le den toros las empresas. Este año ha sumado el medio centenar festejos y hay gente con su corazón y sus buenos sentimientos que le quiere. He leído a alguien que le reprocha el que sea guapo. Algo parecido a lo que le ocurre a su hermano Cayetano y su apoderado Curro Vázquez, de quién dicen que ha sido su ángel de la guarda. Pues al buen toreo de Linares recriado en Sevilla le sucede como al ángel de la película “¡Qué bello es vivir!”, que se tiene que ganar unas nuevas alas porque no ha cuidado lo suficiente de su sobrino y este ha sido muy castigado por los toros.

Y para el final de la feria, la corrida de rejones con la vuelta a Zaragoza de Pablo Hermoso de Mendoza, el debut de su discípulo Raberto Armendáriz y la presencia de Sergio Galán. Los toros de Murube, dos, segundo y quinto, el lote de Galán, a punto de cumplir los seis años. Nobles y con buenos trancos para el toreo de a caballo. Pocas fuerzas, alguno no aguantó los dos rejones de castigo y se acostó. Los tres caballeros colocaron a sus monturas entre los cuernos de los toros y pasos de costado, piruetas, quiebros, verónicas y naturales a la cola de los equinos se prodigaron a lo largo de la tarde con un riesgo perenne que se evitaba por centímetros. Hermoso y Galán fallaron con el rejón de muerte y cortaron trofeo en el cuarto y quinto. Armendáriz cortó las dos orejas del último toro y tiene el honor de salir por la Puerta Grande en la misma feria que lo ha hecho solamente Padilla.

Y estos son los premios de la Feria del Pilar de 2012: Triunfador y premio al valor, Padilla; mejor faena, la de “El Juli” al quinto toro de “Garcigrande”; mejor estocada, la de Jiménez Fortes al tercer toro de Bañuelos; mejor puyazo, Tito Sandoval al cuarto toro de “Peñajara”; mejor toro, “Flameado”, sexto toro de Ana Romero lidiado por “Paulita”; mejor par de banderillas, el de David Adalid al cuarto toro de “Peñajara” y corrida mejor presentada, la de “Peñajara”. Estos premios llevan más de treinta años otorgándose en conjunto desde que el diputado de la plaza, Ángel Esteban Enguita, reunió a medios de información y peñas taurinas. Antes se ya se concedían los de la peña “La Madroñera” al mejor toro y los de “El Carmen” al mejor par de banderillas, luego se unió la peña de la Casa de Andalucía y el Ayuntamiento de Zaragoza. Nunca es mal año si hay mucho trigo. Y hasta el que viene, si Dios quiere. Ahora, sí: ahora se acaba la temporada de 2012.



miércoles, 10 de octubre de 2012

A MITAD DE FERIA DEL PILAR

Los malos augurios se disiparon, al menos desde el punto de vista ganadero. Solo un toro se ha devuelto a los corrales por partirse el cuerno por la cepa, estética y misericordia, el primero de “Martelilla”, restos de las glorias del Marqués de Domecq, toros que gazapeaban con demasiada frecuencia, pero que le gustaban a Antonio Ordóñez. Recuerdo especialmente un toro del Marqués que lidió en puntas en Salamanca Alvaro hijo y que hirió en el anca derecha al espectacular caballo de blancas crines y que respondía al nombre de “Universo”. Son esas cosas que se le quedan a uno en la memoria y que se repone con más precisión que alguna que te ocurrió ayer. El ayer que es hoy en la Feria en honor de la Virgen del Pilar y que ya ha superado el ecuador. Llevamos cinco festejos mayores y nos quedan otros tantos, incluida la corrida de rejones que cierra el ciclo. De la otra semana tenemos dos corridas que fueron más propicias para los ganaderos que para los toreros, más completa y pareja la de Cebada Gago que lidiaron los paisanos aragoneses Alberto Álvarez y Paúl Abadía “Serranito” y el debutante gaditano Pérez Mota, de buena factura artística, en la primera tarde, viernes 5 de octubre. Deseos de los del lugar y pocos logros y detalles como frutas del bosque en un helado de yogur del neófito, muy desconocido mío. Interesante, el mano a mano del sábado, día 6, porque tanto Fernando Robleño como Javier Castaño son toreros de buena técnica y predisposición, pero los dos tenían al día siguiente el compromiso de los “palha” en Madrid y ello puede que influyera en el ánimo de ambos y dejaran su compromiso frente a los de “Peñajara” de Zaragoza en manos de sus buenos subalternos, sobre todo en el cuarto toro con Tito Sandoaval haciendo la suerte de varas a dos manos, la izquierda en las bridas y en la derecha la vara, David Adalid, gustandose y gustando con los palos, Francisco Javier, en su labor de tercero, y Javier Rodríguez, en la brega y saludando con sus compañeros finalizado el tercio de banderillas del castaño “Pablado”. Pero el toro no llegó a la muleta. No estuvieron mal los diestros, pero tampoco alcanzaron el climax apetecido por los propios toreros y el público.

Y llegó el domingo y aparecieron en el redondel los cárdenos casi ensabanados, rabones y bien criados de Ana Romero, de Alcalá de los Gazules, buen nombre de pueblo, allá por donde se abastecen de albero muchas plazas de España y donde si te comes un cocido con mollete te sientes el Rey de España. De allí vinieron estos emigrantes de los “santacolomas” salmantinos de don Alipio y los sevillanos de Buendía. Solo uno negro, el primero, a tres meses de los seis años. Y a dos meses de la caducidad, el segundo. Buenos este segundo y el quinto. Excelente, el sexto, “Flameado”. Antonio Ferrera, veloz y regateante, le puso al cuarto un par al violín a modo de inyección intramuscular. Iba vestido de enfermero. Juan Bautista, con dos santos varones cornudos, pegó pases y no toreó y Antonio Gaspar “Paulita”, de Alagón, antes estación de remolacha, se quedó con el azúcar en los morros. No supo o no pudo. Le faltó, como le ha sucedido casi siempre, un pasito más. ¿Por qué creen que sus compañeros de la Escuela Taurina le bautizaron como “Paulita”? Por su buen gusto, por el pellizco del arte, por su aire de gitano elegante. A ese toro de Ana Romero, “Flameado”, había que ligarle media docena de muletazos en lugar del tercio al que llegaba Antonio Gaspar porque era bravo pero no tan atosigante como fue aquel de Bañuelos de hace unos años, al que le cortó una oreja Ferrera sin enterarse como. “Flameado” fue bravo pero sin estridencias y el de Alagón le hizo cosas de arte pero sin redondear la faena. Ilusionó a mucha gente y el primer decepcionado fue él mismo. Tenía dos orejas a su disposición y, tras tres pinchazos, tuvo que contentarse con una cálida vuelta al ruedo. El tren, cuando pasa por tu estación, hay que tomarlo aunque sean en marcha. No vale la disculpa de que toreas poco. “Paulita” sabe torear y ahí tenía la oportunidad para “jartarse”.

La corrida de “Martelilla” es la que menos me ha gustado hasta ahora. El cartel de toreros decía poco para Zaragoza. Los tres debutantes en este ruedo como matadores de toros y uno de ellos totalmente desconocido, Julio Parejo, con buena planta y pocas hechuras. Juan del Álamo le cortó una oreja al tercero, Nazaré no renovó sus éxitos en otras plazas importantes. Mutis por el foro.

Y el martes, 9 de octubre, corrida goyesca. Porque sabrán, queridos lectores, que las corridas goyescas no se inventaron en Ronda con el hijo de Cayetano o en Madrid con la otra Cayetana, la de Alba. Fue en Zaragoza, el año 1927, un año antes de que se cumpliera el centenario de la muerte de don Francisco Goya, el mejor cronista de toros de todos los tiempos. ¡Y que tengamos que aguantar estoicamente a los anti-taurinos que, frente al templo del señor Pignatelli, gritan que los toros no son cultura! En la primera ocasión goyesca se vistieron de tal guisa Rafael el Gallo, que no se encontraba muy propio con tal atuendo, Nicanor Villalta (“ti pongas como ti pongas”) y un primo de Marcial “eres el más grande”. En esta de ahora lo hicieron Curro Díaz que a mí me gusta y me interesa (en el sentido del arte de torear, se entiende) y al que correspondió el cuarto toro de Gavira, el peor de los treinta toros que llevamos vistos, Morenito de Aranda, buen torero pero sin materia prima, e Ivan Fandiño, con la yerba en la boca y procedente de Madrid para completar su buena temporada y al que correspondió el buen toro sexto. Fandiño, nacido en la vizcaína Orduña, de padre gallego y recriado en las duras tierras toreras de las castellana Guadalajara respondió a la bondad de ese “gavira”, “Carabinero”, aunque abusó de la derecha, torear a media altura, gritar demasiado (a los toros les molestan los ruidos), gesticular con la espada en los remates, completar faena con barrocos molinetes y con un pinchazo, estocada atravesada que asomaba y descabello aguantando. La oreja, concedida por el presidente, fue pedida mayoritariamente por el público. Ni un reproche, usía. El reproche para el alcalde de Fuendetodos, donde nació Goya, que se presentó en el ruedo tras sonoro aviso público vestido de gaseosero y les entregó a los diestros sendas bolsas que dicen contenían unos obsequios típicos del lugar.

viernes, 5 de octubre de 2012

LA TEMPORADA NO HA TERMINADO

He leído en uno de los medios digitales que afortunadamente tanto se prodigan que la temporada taurina se ha terminado. Es falso de toda falsedad y “hasta el rabo todo es toro”, que diría uno de esos picadores que se aferra al dicho en contra de lo que “Joselito” le pedía a “Camero”: “Pica delantero”. En estos nuestros tiempos, “Joselito” se volvería loco. Insisto en mi petición medio centenaria: la reforma principal que necesita la fiesta española es la de la suerte de varas. Pero decía que no es cierto que haya concluido la temporada taurina española, desconocido colega. Falta Zaragoza y algo más. Pero Zaragoza sobre todo. En Zaragoza se encuentra la segunda plaza de primera de España. La primera es Sevilla, 1760, pero inmediatamente viene, cuatro años después, Zaragoza, 1764, cuando ya, en octubre, se celebraban las fiestas en honor de la Virgen del Pilar, pareja antigüedad con las de San Fermín de Pamplona. Todavía no se había inventado la Feria de Abril, que, además, fue invento vascongado. No sea impaciente, colega, espere a ver lo que sucede en Zaragoza esta próxima semana y luego saque sus consecuencias. En Zaragoza se van a lidiar toros de Cebada Gago, Peñajara, Ana Romero, Gavira, Bañuelos y los de Murube para rejones. Y van a actuar “El Juli”, Talavante, Castella, Perera y Hermoso de Mendoza, de los de primera fila; Ferrera, Juan Bautista, Ivan Fandiño, “El Fandi” y “El Cid” de la fila siguiente, los perennes “Paquirri” y “El Cordobés”, también llamados “mediáticos”, los aguerridos Robleño y Castaño, los interesantes Curro Díaz, Morenito de Aranda y Nazaré, las novedades de Juan del Álamo y Jimenez Fortes, padre y madre toreros y con casta demostrada en este último mes de agosto, los aragoneses “Serranito” y “Paulita” con su “aquel” apuntado y J.J. Padilla que viene a la plaza de Pignatelli a recordar que el año pasado, en este mismo lugar, solo perdió un ojo. A Hermoso de Mendoza le acompañan Sergio Galán y su alumno y paisano Robert Armendáriz en el cierre de la última feria de primera de la temporada de 2012, temporada de no muy dulce recuerdo porque se acentúan los ataques antitaurinos por el triste y lamentable antiespañolismo de catalanes y vascos. Los catalanes conservan los toros en sus calles y los vascos se olvidan de sus antepasados.

Estamos en un delicado momento en el que apenas un par de medios nacionales tienen en cuenta la noticia taurina salvo si esa noticia tiene algo que ver con la posible tragedia, el chismorreo social o la última corrida de la temporada de tres festejos del mesías salvador. Y yo no sé si considerar a José Tomás como héroe o villano. Tres corridas y cuarenta mil espectadores no pueden significar la salvación de la fiesta y más si se extiende la especie de que muchos de los que estuvieron en Nimes ya no volverán a una plaza de toros porque ya lo han visto todo. Pocos días después, Manzanares abría la Puerta del Príncipe en Sevilla y no merecía un hueco en las portadas de esos diarios tomistas. Y ¿qué plaza es más importante en la historia de la Tauromaquia, Nimes o Sevilla? No creo que haya ninguna duda. Lo que necesitamos es que José Tomás se una a Manzanares en muchos cosos taurinos y que, en lugar de mover a cuarenta mil espectadores, sean varios millones los que cubran los aforos más amplios. Que el de Galapagar ejerza de lo que es: la figura de este siglo XXI de nuestros pecados y mueva los millones de euros que pueden mover las corridas de toros. Que no sea una leyenda y casi un misterio para los que no tenemos la dicha de poder asistir a esos tres festejos de su ¿temporada?

En una crónica de uno de los diarios que todavía se preocupa de nuestra fiesta leí que había muerto “Pirri”: ¿Cuál de los “Pirri”? Porque yo llego a la decena de “Pirris”, uno de ellos, de la segunda generación, yóquey del Hipódromo de la Zarzuela. El patriarca fue Emilio Saugar Babarro, un banderillero de poco fuste que, a la vista de su leve proyección en los ruedos, se colocó de puntillero en el Matadero madrileño de Legazpi. Tenía un gran don de gentes y, al final de cada temporada, invitaba a cronistas y médicos a unos callos al estilo de la ciudad del Oso y el Madroño. Allí se encontraba mi padre con el doctor Jiménez Guinea y le confesaba que, como operado de úlcera de estómago, tenía prevención de tomar tan delicioso manjar. “No tema, “Barico”, los callos son muy digestivos. Todo depende de la cantidad de guindilla que les añada”. Emilio Saugar seguía en el Matadero y uno tras otro, sus hijos se vestían de luces para destacar en la categoría novilleril o en las mejores cuadrillas de su tiempo. El primero fue Félix, el que ha fallecido hace unos días, y luego sus hermanos Emilio, Lorenzo y “Pali” (Pablo) que fueron en las cuadrillas de Palomo Linares, Curro Rivera, Mariano Ramos, Julio Robles, “El Viti”, “Espartaco”; Luis Francisco Esplá, “Orteguita”, Luis Miguel, Manzanares, Ángel Teruel, Dámaso Gómez, Antonio Bienvenida, Curro Vázquez y Pablo Hermoso de Mendoza. “Pali” tuvo la mala suerte de que “Yiyo” muriera en sus brazos en la plaza de Colmenar Viejo.

En la actualidad, tres hijos de “Pali” siguen en los ruedos, David, que va en la cuadrilla de “El Cid”, y Víctor Hugo y Pablo que torean mucho, pero que “andan sueltos”, como se dice en el argot taurino. Muchos y buenos toreros que han llevado y llevan el taurinísimo apodo de “Pirri”. También había un “Pirri” que jugaba en el Madrid, pero que no tenía nada que ver con esta familia de toreros. Gloria a Félix Saugar “Pirri”.

miércoles, 26 de septiembre de 2012

VUELVO AL RUEDO

Han pasado tres meses desde que sufrí la voltereta que me tiene amarrado a la columna de yeso en penitencia positiva porque pienso como creyente que hay y que merezco unos días de Purgatorio y que estos noventa que llevo desde que me fracturé el húmero izquierdo serán abonados en mi cuenta pendiente. El que no se consuela es porque no quiere. Me han aconsejado otros treinta días más de escayola y me ha decidido a escribir otra vez aunque sea con una sola mano puesto que hay quien de esta guisa hasta escribió el Quijote y quienes pintan con la boca y tiran al arco con los pies. Lo mío no es tan complicado y, como a mi edad no se puede desperdiciar el tiempo, lo lógico es que vuelva a la palestra para contar mis impresiones.

Fui a Madrid y lo primero que hice fue acudir al Museo del Prado para admirar las cosas del divino Rafael, al santo Murillo y el contemporáneo Arroyo. Me sorprendió el malísimo estado del pavimento de lo que en otros tiempos era el Salón del Prado, paseo favorito de los madrileños del siglo XIX y ahora ruta predilecta de españoles y extranjeros que visitan la capital de España. Otra vez Tita Cervera se tenía que encadenar a los árboles del Paseo, ahora para exigir el arreglo del suelo y el cuidado de los jardines y las fuentes que rodean al lugar más visitado por los turistas de todo el Mundo. También fui a los toros, a Las Ventas. Bueno, a las novilladas, la primera santacolomeña de los de don Graciliano, a los que llamaban “los miuras de Salamanca”, que se arrancaron de largo a los caballos y del que sólo se benefició Daniel Martín, nacido en Alemania y criado en el campo charro, que le cortó una oreja al cuarto; y la segunda, de Concha y Sierra, cinco dijes de pelos veragüeños y uno negro altón y desgarbado, todos con poca casta y alguno con malas ideas, sobre todo el sexto que en sus últimos arreones le produjo dos cornadas al debutante valenciano Jesús Chover cuando intentaba rematarlo con el descabello, cosa que no consiguió y, al tiempo que se lo llevaban a la enfermería, sonaba el tercer aviso. En su primer novillo se mostró muy activo en todos los tercios al estilo de un Fandila principiante, con media docena de faroles de rodillas, tres pares de garapullos y vulgar con la muleta, pero todo se diluyó con el complicado sexto. Los tendidos 8 y 9 repletos de gentes de todas las latitudes mundiales, mucha piedra berroqueña en el resto de la plaza y el torilero que sale hasta la primera raya del ruedo para otear el horizonte de arena y que, luego, oficia como chulo de banderillas. Estuve en la exposición del fotógrafo Madrigal, muy amigo de mi querido Jesús Rodríguez y antiguo gasolinero en la glorieta de Legázpiz. Cumplía 55 años de matrimonio. Una felicidad. Saludé a Carlos Abella, a Paco Aguado, a la encantadora Muriel Feiner, a Roberto de la Oficina de Prensa, a Domingo Dominguín y a su hija que está de taquillera, a Pablo Guzmán que me habló de la calidad de cocinero de su hijo, continuador de las glorias culinarias familiares del Real Sitio de Aranjuez, a Víctor Zabala con buena prensa y Ignacio de la Serna, descendientes de familias toreras y también vinculados a la empresa de Madrid, vi una de las novilladas con José Luis Sedano, que, para recordar un reportaje que le hicimos en “Fiesta Española” en los años 60 como vendedor de quesos y miel, me regaló unos cuantos botes del especial néctar de La Alcarria antes de ingresar en el hospital para someterse a una delicada intervención. La otra novillada la presencie junto a Antonio Porras, matador de toros cordobés que ejecutaba el salto de la garrocha como el mismísimo riojano Apiñaniz que dibujara Goya. Visité el Museo Taurino dominado por los escultores Laíz Campos y Luis Sanguino y prestigiado por los también escultores Benlliure, Cobos, Peraza y Pablo Lozano y me tomé unos vinos de larga conversación con Gonzalo Sánchez Conde en la cervecería “Gambrinos” en la calle Julio Camba, entre la calle de Alcalá y la Avenida de los Toreros , en la que no me canso de contemplar a lo que en tiempos de Josefina Baker se hubiera conocido como “la Venus de Ébano”. Dos metros de estatua broncilínea y viviente. Con Gonzalo recordamos muchas cosas y me confesó algo si no lo publicaba: que sigue los pasos de un chaval que se llama José Ruiz Muñoz, sobrino nieto de Curro Romero, nieto de su hermana María. Este agosto pasado tuve el honor de recibir en Ejea de los Caballeros la visita de Manolo (Lolo) Vázquez, hijo de Pepe Luis (sin apellidos) acompañado de su hijo José Luis y, naturalmente, nieto de Pepe Luis. Rubio, majo, extrovertido, estudiante de Periodismo (“Allá tú”, le comenté) y también en los primeros pasos de su posible dedicación al Arte. Sólo con Arte podrá ser torero un Vázquez nieto de Pepe Luis para llegar a llamarse Pepe Luis. Pepe Luis y Curro.

Estuve en Lhardy, caldo y croqueta, en la Puerta del Sol invadida por compradores de oro, dos policías a caballo y mucha gente tatuada hasta las cejas, con hierros en las orejas, los labios y la nariz, mochilas, bicicletas y botellas de agua, pantalones cortos rotos y chanclas playeras. ¡La civilización de hoy! ¡La elegancia postinera!

En Nimes se daba el espectáculo de todos los siglos. Recordé, no sé por qué, lo que decían los seguidores de “Manolete” cuando este murió en Linares: “Yo ya no vuelvo a los toros”. Es lo que han dicho algunos de los que estuvieron hace unos días en Nimes. Y vuelvo a recordar lo que exclamó Agustín de Foxá una tarde en Las Ventas del Espíritu Santo ante una faena del Monstruo de Córdoba y levantando los brazos al cielo: ¡Dios mío, no nos lo merecemos!

viernes, 29 de junio de 2012

COMPADRE, AQUÍ HAY TOMATE

¿Quiénes de los que asistieron a la corrida de lunes en Badajoz, al día siguiente de San Juan, podía admitir que aquello que ocurrió en el coso pacense no era el acontecimiento del siglo XXI? Nadie. Las revistas especializadas, las dos que yo compro, atrasaron un día su salida y el sandunguero Antonio Burgos le propuso a las mandatarios de todas las Españas que hicieran lo posible para llevar al de Galapagar a sus foros para salir de todas las ruinas. Una parte importante de la parafernalia tomasista es la que cuenta los dineros que su héroe aporta a las distintas administraciones. Lo que nadie comprende es como no se le obliga a José Tomás por Real Decreto a hacer cien paseíllos en otras tantas plazas como lo hicieron “Joselito”, Luis Miguel y hasta “Jesulín de Ubrique”. Eso es lo que propone Antonio Burgos en ABC aunque termina su artículo entre paréntesis y con este triste lamento: “Lo único malo de las tardes de José Tomás como factor de crecimiento económico es que luego viene Sánchez Dragó y te lo cuenta…”. Y lo ha contado, claro. Debajo de la crónica de Zabala y con citas a Borges, a los goces de Ava y Luis Miguel, uno, cien hubiera sido vulgar, el “aleph”, primera letra del alfabeto judío y el torero ecuménico. Dios se lo premie. A Dios con mayúscula también se refiere Carlos Ruiz Villasuso con este titular: “El día que Dios envidió al hombre”. Y en su colaboración de “Aplausos” de esta semana también se pone en manos de la Divina Providencia. Le ha debido pasar como a san Pablo al caer del caballo. Bendito sea el otras veces críptico cronista. Ha visto a Dios, con mayúscula.


Apenas una crítica, sólo dos leves apuntes en lo escrito por Juan Miguel Núñez y por Vicente Zabala de la Serna, que dicen que los fabulosos naturales del quinto toro fueron interpretados de uno en uno, no ligados y pienso que, desde hace más de un siglo, un factor fundamental del toreo es ligar los lances o los pases. Antonio Ordóñez, fabuloso en muchas cosas, utilizó la licencia del uno a uno al remate de su carrera torera. Un recurso. Entonces comprobé lo que me facilitaron los medios del moderno internet, los tres minutos de la esencia de José Tomás en Badajoz, en la hoguera encendida de su arrebatadora llamarada sanjuanera, y pude ver que, al final de cada natural, José Tomás quitaba de la cara del toro la muleta, la escondía tras su cadera y la balanceaba al modo del albaceteño Dámaso González en el péndulo que vino de las Américas. Y esa media docena de naturales era la almendra de la gran joya engarzada en la triunfal exaltación del mesianismo torero. Al referirse a estos naturales, Rosario Pérez en ABC decía que había que cantarlos “como Moratín cantó a Belmonte”. Yo solo conozco a un Moratín escritor y aficionado a los toros, Leandro Fernández, que murió en París en 1828 y, aunque le puso el guión a Goya para que dibujara la parte histórica de su “Tauromaquia”, no pudo conocer a don Juan, el “Pasmo de Triana” pese a nacer en la calle Feria de Sevilla. Y Sevilla no es Triana. Rosario Pérez, las prisas son malas para casi todo, remata así uno de sus párrafos: “La espada, pese a caer algo desprendida, desató la pañolada y dio una apoteósica vuelta al ruedo con el doble trofeo”. Lo juro, pese a llevar más de setenta años acudiendo a las plazas de toros, yo no he visto nunca a una espada darse un paseo por la candente arena. Recuerdo que estuve en la inauguración de la plaza de Badajoz que se anunció con un cartel de Pepe Díaz dedicado a Paco Camino puesto que iba a ser el “Niño Sabio de Camas” el que hiciera en solitario el primer paseíllo. No fue así. Sí recuerdo que el piso de plaza estaba imposible y que en aquel patatar era difícil olvidar la trágica fama de la anterior plaza que también conocí. Allí me confesó Curro Romero que cortaba la temporada porque llevaba no sé cuantas corridas y eso no era torear, eso era trabajar. Luego también estuve en la alternativa del torero lusitano “Pedrito de Portugal”, que amaneció de repente en la plaza de Zaragoza. Desde entonces no he vuelto. No estoy para estas aventuras aunque me pierda tan celestiales acontecimientos. Es seguro que tampoco iré a Huelva ni a Nimes y, como me aseguran que el señor Boix no se pondrá de acuerdo con la empresa del coso de Pignatelli para que su torero cierre por estos lares su liliputiense temporada, a mí no me quedará más consuelo que recordar a José Tomás de novillero, cuando le apoderaba Santiago López y yo me peleé con el jurado para que le dieran el premio de triunfador de aquellos festejos pese a que se le concediera al alimón con el oscense Tomás Luna. Chauvinismo puro.

Pero vuelvo a la actualidad, a lo del pasado 25 de junio, al día siguiente del desmeleno de Ferrera con seis toros de Victorino. Repito, apenas he leído alguna auténtica crítica. Dominan las hagiografías tomistas hasta desembocar en el paroxismo de los afectos y las pasiones. Y si no comulgas con su doctrina, eres un maldito y te condenan, ya que estamos en las hogueras del solsticio del verano, al fuego eterno. ¡Tú que sabrás de esto, chalao! Para disimular, un elogio a Julián López “El Juli” que, se supone, toreó con el hombro infiltrado, y otro algo más tímido a Juan José Padilla por aquello de taparse el ojo con un parche de diseño. Lucio Sandín no se lo tapó y tuvo que estudiar para óptico.

Pero ¡albricias! porque, gracias a José Tomás, no se cumple el vaticinio de don Enrique Tierno Galván, a quien sus amigos y alumnos conocían como “viejo profesor” y el malvado hermano de Juan Guerra calificaba como “la víbora con cataratas”. Atención a lo que escribía el alcalde de Madrid antes de que un coche funerario tirado por seis caballos negros y con negros atalajes se lo llevara por la calles de Madrid, con parada en la Cibeles, al cementerio de La Almudena: “A mi juicio, cuando el acontecimiento taurino llegue a ser para los españoles simple espectáculo, los fundamentos de España en cuanto nación se habrán transformado. Si algún día el español fuese o no fuese a los toros con el mismo talante que va o no va al “cine”, en los Pirineos, umbral de la Península, habrá que poner este sencillo epitafio: “Aquí yace Tauridia”, es decir, España”. ¡Viva España! ¡A los toros, a los toros!

jueves, 14 de junio de 2012

PREVISIONES TRUCULENTAS A MEDIO PLAZO

Al hablar de Madrid, del que hablo muchas veces por poderosas razones, por Madrid mismo y por mi larga estancia en la capital de España, me olvidé de contar que fui a ver la exposición de Chagal en el Museo Thyssen, al que llegué después de tomar un autobús hasta la Cibeles, bajarme junto a la verja del Ministerio de la Guerra, atravesar la concurrida calle de Alcalá y emprender la cuesta abajo por el Paseo del Prado, a la vera de las pétreas y cercadas paredes del Banco de España. Al otro lado de la repleta calzada, preciosos y monumentales árboles, a cuya sombra permanece la Fuente de Apolo o de Las Cuatro Estaciones. Y se me ocurrió pensar en que, si me dieran a elegir, antes derribaría el tremendo edificio de los arquitectos Adaro y Sainz de Lastra que talaría los imponentes y fornidos árboles. Me ofrecí mentalmente a encadenarme a uno de esos gigantescos vegetales junto a Tita Cervera, a la que yo casé con un torero malagueño del mismo nombre y apellido que el verdadero esposo, sin maliciar que, al final, sería el barón Thyssen el que reconociera y subsidiara al hijo nacido en este matrimonio efímero. Y, al final, resulta que el hijo está enfadado con su madre. Cosas.


Pero mi objetivo en el día de hoy es hablar de los muchos profetas con que cuenta la Fiesta de los Toros y examinar si alguno puede acertar las causas de esas nuestras tribulaciones que se extienden por todos los aspectos de este espectáculo con aires de ceremonia religiosa en su concepción más amplia de sacrificio. Ahí están, a nuestra disposición, los hombres y los toros. Al lado de los hombres se ha puesto la Ciencia y muchos traumatismos que en otros tiempos hubieran resultado mortales, hoy se resuelven satisfactoriamente gracias a la cirugía y los derivados de la penicilina. Por eso, en la explanada de la Monumental madrileña, se mantiene el perenne brindis en bronce de un torero al doctor Fleming. Al toro solo le salva el indulto presidencial y el tratamiento veterinario para la cura de las heridas recibidas en la brava lucha. Brava lucha muchas veces contra los elementos, como la Armada Invencible que Felipe II mandó a las costas de Inglaterra. Don Felipe, tan católico él y, según dice Henry Kamen, poco aficionado a los toros como supuestamente la generalidad de los españoles, no acató la bula de Pío V y permitió la celebración de corridas de toros aunque no asistiera a ellas pese a que las patrocinara don Juan de Austria. Si bulas papales, prohibiciones reales, guerras y personalidades como Jovellanos y Unamuno, en su lejanía temporal e intelectual, no acabaron con la corrida ¿en qué se basan los actuales profetas para anunciar su inmediato final? En un reportaje publicado en “El Mundo” del pasado domingo, 3 de junio, se afirma que “expertos auguran el exterminio del toro si esto no cambia”. Podríamos decir lo mismo del cordero, el caballo o el burro, como en tiempos lejanos, cuando el general Primo de Rivera impuso el uso del peto. En aquellos días, los aficionados levantaron airados sus brazos al cielo y aseguraron que aquello del peto iba a acabar con la fiesta. Fue al contrario: gracias al peto la fiesta ha llegado hasta nuestros días, pese a que a mí se me haya metido en la cabeza lo del peto anatómico para devolver a la suerte de varas la emoción de otros tiempos, la valía de los picadores, la bravura y fuerza del toro y la destreza y conocimiento de los toreros de a pie. Eso es primordial y algo apunta en este sentido Ruiz Villasuso en el último número de “Aplausos” dentro de su riqueza verbal y su gongorina complicación intelectual. Para mí, este es el tema primordial para reivindicar la brillantez y emoción del espectáculo taurino porque hay buenos toreros con el capote, matadores y subalternos que interpretan con variedad la suerte de banderillas, excelentes muleteros y magníficos estoqueadores de toros. Otra cosa es lo que sucede en el ruedo de San Isidro porque los privilegiados no eligen las ganaderías que embisten, las cuatro de garantía – Torrestrella, Baltasar, Alcurrucén y Cuadri – no las mataron las figuras, los autodenominados buenos aficionados tienen la mente cuadriculada y solo admiten un vetusto clasicismo, se dictan normas y consignas para no dejar crecer al triunfador de otras plazas y paralos del Foro no hay otra cátedra en el Mundo que la granítica de Las Ventas del Espíritu Santo.

Dos ganaderos hablan en “El Mundo” de la ruina ganadera. Uno tiene cuatro hierros, dos de procedencia de Murube, uno de Vega Villar y otro de Santa Coloma, todos avecindados en tierras salmantinas y con don José Manuel Sánchez García Torres y doña Teresa Sánchez Majeroni (o Sánchez – Cobaleda) como titulares de la propiedad de dos de las ganaderías, y la de Santa Coloma bajo el nombre de “Terrubias” y la otra, de Murube, al de “Castillejo de Huebra”. Dicen del señor Sánchez García Torres que su ganado era el preferido de El Litri y Paco Camino y que ha sacrificado 600 reses de sus ganaderías. ¿De todas? Es muy complicado seguir tantas líneas de origen si, como dice la tradición, los toros se parecen al ganadero.

Pero el más explícito es don Mariano Cifuentes que no está en la Unión de Criadores de Toros de Lidia, pero que se erige en el conservador del encaste de Coquilla pese a las reivindicaciones de Sánchez Fabrés y Javier Sánchez Arjona. Don Mariano, que dice que gozaba de la predilección de Espartaco, Paquirri y Niño de la Capea pese a iniciarse en estas lides en 1982 por compra del ganado de José Matías Bernardos “Raboso”, es el que habla con más contundencia.

Matías Bernardos también optó, como Sánchez Arjona, por la línea emblemática de lo santacolomeño de Coquilla y la generalista de don Juan Pedro con “Aldeanueva” y su fama de hombre rústico y astuto le elevó a los altares de la popularidad con el sobrenombre de “Raboso”, no por contar con un apéndice de pelos deshilachados y sí por su listeza de zorro nocturno y cazador. Mariano Cifuentes, al que no conozco personalmente y a sus pupilos de Coquilla por una perversa novillada sin caballos lidiada en Zaragoza, no es tan rústico como Matías Bernardos y se prodiga en las explicaciones que le han llevado a sacrificar 566 reses en el matadero más cercano a su finca de “Encina Hermosa”.

- ¿El futuro? No hay futuro, hay ruina. A la Fiesta le quedan cinco o seis años, ni uno más.

- ¿Sugiere que podría ser el fin de la casta brava? – le pregunta Paco Rego, autor del reportaje de “El Mundo”.

- Creo que es el principio del fin y no hay marcha atrás.

El resto de lo publicado en esa página de “El Mundo” son las lamentaciones de un hombre que llegó ya maduro a esto de la ganadería brava, que se erigió en paladín del emblema “Coquilla” y que, a sus 70 años, abandona la lucha sin haber alcanzado la meta que perseguía. Lamentable, sí, pero no tan universalmente trágico. Esperemos.

Dentro de la actualidad preocupante, me fijo en un hecho venturoso que sucedió al final de la pasada corrida de Beneficencia en Madrid. El imprevisible Talavante se inspiró en sus dos toros, les cortó sendas orejas y se ganó la salida a hombros a cargo de “El Chino” y compadres. Pero, nada más traspasar las puertas de salida del ruedo, aquello fue algo similar al salto de la verja de los almonteños con la Virgen del Rocío. Un ciudadano a hombros de otro quería quedarse con la hombrera izquierda de la chaquetilla del extremeño mientras que unos y otros tiraban, empujaban y arrancaban lo que podían del traje grana y oro que habían respetado los toros. Alamares, machos y zapatillas desaparecieron en la tumultuosa manifestación de júbilo y, al final, Talavante se hizo el retrato en el palco de honor junto a sus compañeros de cartel y la infanta Elena y la presidenta Esperanza como cuando El Lute fue detenido tras fugarse de un tren. Antes, los aficionados se podían llevar a un torero hasta la calle del Príncipe o la antigua General Mola en Madrid y hasta el Pilar en Zaragoza y no pasaba nada. ¿Ahora? Sin comentarios.