miércoles, 1 de febrero de 2012

SER FIGURA Y DEMOSTRARLO

En mi vejez y sigo siendo un insensato. En mi pueblo, que no es en el que nací pero sí el que he elegido como adoptada cuna, me invitaron a la inauguración de una peña taurina a la que querían poner el nombre de José Tomás. Por mi ya larga experiencia, les aconsejé a los peñistas que lo de poner a estas entidades nombres de toreros era limitarles su vida porque casi ninguna supervive al esplendor de su titular si se exceptúan unas cuantas como la del “Club Guerrita”, “Los de José y Juan” o el “Club Cocherito” que, por diversas circunstancias, han permanecido en actividad brillante y provechosa, sobre todo la de Bilbao ya centenaria.


-Yo creo que sería mejor que a la peña le pusierais el nombre de la calle donde está el bar de su domicilio social, El Toril.


- De acuerdo: Peña El Toril.


Y allí que acudí para hablar de la calle, del pueblo, de su tradición ganadera y de aquella corrida extraordinaria de 1809, en la que una columna de soldados franceses que acudían al lugar para cobrar tributos y realizar incautaciones de alimentos para las tropas de Zaragoza, se encontró encerrada dentro de sus muros y frente a los toros que se soltaron desde los distintos corrales y desde ese toril que lanzaba los toros a la plaza del pueblo. Los que escapaban de la cornada recibían el plomo de las armas de los hombres que ocupaban balcones, ventanas y tejados. Y, después de mi entusiasmo historicista, intervinieron mi compañera taurina Isabel Sauco y el matador de toros Alberto Álvarez para ampliar los temas a asuntos más polémicos. A alguien, seguramente partidario del torero de Galapagar, me preguntó si yo consideraba a José Tomás como figura del toreo.

Sí considero a Tomás como figura del toreo, pero no ejerce como tal. Hubo un año, 1946, en el que Manuel Rodríguez “Manolete” no toreó en España nada más que una corrida de toros. Pero fue en Madrid, en la corrida de la Beneficencia y con Gitanillo de Triana, Antonio Bienvenida y Luis Miguel Dominguín. José Tomás ha completado una temporada con nueve corridas de toros en dos plazas amables de primera y el resto de segunda, con ganado de dos divisas y con compañeros de indudable valía aunque poco relieve. Eso no es ejercer como tal figura del toreo.


Hubo sus discrepancias y Alberto Álvarez me argumentó que no había toreado más el de Galapagar porque venía de una cornada mortal y porque no podía alternar con primeras figuras porque no había dinero para pagarles a los otros diestros. Primero, la cornada, gracias a Dios, no fue mortal y los dineros hay que compartirlos con el resto de los componentes del cartel. Comprendo que el hacerse acompañar por los más débiles es muy caritativo y provechoso para él, pero la fiesta de los toros es un espectáculo y la gente quiere ver en acción a los mejores frente a frente. Y en Sevilla, Madrid, Pamplona, Bilbao o Zaragoza. En resumen: José Tomás es figura del toreo pero no ejerce. Lo que si tiene es un gabinete de promoción de lo más eficaz. En estos días, los que enredamos en los caminos del internet misterioso nos hemos encontrado con la divulgación de una faena de Tomás considerada como de la máxima perfección. No creo que resista la comparación con alguna de Morante de la Puebla en esta última temporada, incluida la labor con el capote. Primero, fue una faena completamente derechista, ligados los muletazos al pico del engaño a favor de la entrega del cornúpeto, algunos enganchados y con desarme final. Estatuarios y remates y ni una sola serie de naturales. Buen acompañamiento musical y el remate del indulto para el toro. Está bien lo de indultar a los toros bravos aunque nos priven de contemplar lo que desde tiempos inmemoriales se califica de suerte suprema. Y, por mi parte, que se indulten los toros bravos donde aparezcan, sea en plazas de primera, de segunda o de tercera. ¿O es que en estas últimas no pueden lidiarse toros bravos? Ya dirá el ganadero si sirve para las tareas de la procreación. No hay que ponerle puertas al campo ni reglamentos a la bravura. ¡Fuera los reglamentos! Repito: me fastidian los reglamentos. Ya lo decía el conde de Romanones: “Haced las leyes y yo haré los reglamentos”.

Hoy mismo aparece en los medios de difusión que los toros estarán en la Dirección de Bellas Artes y Bienes Culturales y de Archivos y Bibliotecas. Buena noticia si ello sirve para considerar a la Fiesta Española como lo que es: un bien cultural consustancial con nuestra condición de españoles. De todos los españoles, incluidos los catalanes que en estos días de prohibición de las corridas de toros abogan por la protección de los bous del fuego y de las calles. Se quedan en las cavernas. Es como si en otras regiones de España se permitieran los recortadores, los saltadores, los roscaderos y los toros ensogados y se prohibieran también las corridas de toros que resultan de la evolución de esos festejos populares y la transformación de los torneos caballerescos en los festejos de a pie. Como si se obligase a viajar en diligencia en lugar del AVE o el avión. Sea usted moderno, sea usted del Pepe. El Pepe era el hermano de Ángel Teruel cuando lo apoderaba Nacional, aquel matador de toros, Octavio Martínez, que, ya retirado, se dedicó a la tarea de lanzar nuevas figuras. Sea usted, pues, moderno, sea partidario de la FIESTA ESPAÑOLA. Y espero que el ministro don José Ignacio Wert, pese a su apellido poco torero, nos ponga en el lugar que nos merecemos: en el Olimpo del Toro Mitológico.

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