jueves, 7 de noviembre de 2013

LA CASA DE CÓRDOBA DE MADRID

Conocí su domicilio social y su capital humano en 1961. Había fundado la revista “Fiesta Española” y, en una de sus primeras portadas denuncié a Antonio Bienvenida, Antonio Ordóñez y Manolo Vázquez como culpables del auge torero de Manuel Benítez. Dos cordobeses, Fernando Sánchez Murillo, de Cabra, “en mi pueblo el más tonto hace relojes y el más listo es ministro”, y José María Mialdea, de Montoro, en el viaje a Córdoba para la alternativa del de Palma del Río, “en llegando a Montoro, todo arreglado”, vieron la revista y acudieron a la redacción para conocerme. Nos hicimos amigos íntimos, compañeros de fatigas y compadres con Fernando, cuñado de Tito de San Bernardo y Manuel Luque y yerno de “El Aguardentero”. Mialdea se dedicaba al alto comercio y vendía “Gallina Blanca” al por mayor  y, algún tiempo, a asesorar a don Jorge Villén, propietario de la Editorial Escellicer fundada por José Maria Pemán. Ellos fueron los que nos llevaron a la Casa de Córdoba a mí y a mis compañeros de la redacción de “Fiesta Española”, a amigos y parientes. Allí casamos a mi primo José Luis Cerezo con Maribel y a Manolo Francisco Molés con Angelita Novo, ambas hijas de socios del centro regional cordobés. Y yo no lo hice porque me dieron calabazas.

El presidente de la Casa era el hermano del ministro José Solís Ruiz, “la sonrisa del Régimen”, ministro secretario del Movimiento y del Trabajo con Franco y también ministro tras su muerte, en 1975. El ambiente era muy familiar y en aquel lugar de Martínez Campos, en el 32, se reunían muchos cordobeses, pero también gentes de otros lugares como los Casas, los Novo, de procedencia gallega, de Ciudad Rodrigo o Aragón. Tenía un gran ambiente el bar que llevaba un ciudadano de Hornachuelos, casi mil kilómetros cuadrados extensión y cinco mil habitantes en la Sierra del mismo nombre, y su esposa. La Casa daba para reuniones de todo tipo, tertulias, partidas de cartas, conferencias o concursos de toreo de salón y entrega de los premios de San Isidro.

Recuerdo que en una de las conferencias – coloquio hubo un espectador colmenareño que le preguntó a Victoriano Valencia por lo que le había regalado “Joselito” al mayoral de la ganadería de Martínez el día de los siete toros de Madrid. ¿Usted lo sabe? – inquirió Victoriano. Yo sí – le contestó el inquisidor. -Entonces ¿por qué me lo pregunta? Dígalo usted. --Una petaca para los puros. Curiosidad satisfecha. Victoriano siempre ha sido un magnífico y agudo tertuliano.

Casi todas las tardes acudía a la Casa a tomarse su vinito el ínclito Madueño, taxista y versificador que también, como el ministro y su hermano el presidente, era de Cabra y que todavía no conocía la anécdota del ministro Solís y Torcuato Fernández- Miranda. -¿Para qué sirve el latín? -Pepe, para que a ti, que eres de Cabra, te llamen egabrense. Madueño lo arreglaba con este pareado cuando le hacían la pregunta: -En su mala intención lleva usted la penitencia, yo de Cabra, usted …

Se instituyeron los premios de la Feria de San Isidro que tenían como titulares a “Guerrita”, “Machaquito” y “Manolete” y que premiaban, y todavía premian, a diversos aspectos de las corridas de la Primera Feria del Mundo. El acto de entrega de los premios se celebraba en los jardines de la casona que fuera de don Niceto Alcalá-Zamora con un acto multitudinario y brillante, al que teníamos que asistir los miembros del jurado tocados con el sombrero cordobés que nos regaló la entidad, incluido don Carlos de Larra, “Curro Meloja”, el que durante tantos años fue el titular de la sección taurina de Radio Madrid. ¡Qué dirá don Curro esta noche! , le gritaba “El Ronquillo” desde el bajo del 7 cuando don Antonio (Bienvenida, se entiende) cuajaba una más de sus muchas tardes madrileñas.

Otro de los eventos taurinos que tuvo como escenario la sede de la Casa de Córdoba fue un Concurso de Toreo de Salón de 1963, al que acudieron aspirantes de todos los rincones de España. Se celebraba en los jardines de la casona los domingos por la mañana y formaban parte del jurado Pepe Valencia, tío de Victoriano, primer matador de toros de los cuatro de la familia de los Roger, Rafael Llorente, el torero de Barajas, el apoderado Juan Ramos que lo fue especialmente de Mario Cabré, el ganadero Higinio Luis Severino y mi padre, Benjamín Bentura “Barico”, periodista integral y alma de la revista “El Ruedo” desde antes de convertirse en publicación semanal y hasta que lo jubilaron para castigar mi osadía de publicar otra revista de toros. Yo me empeñaba en componer la figura con la muleta al final de la sesión, antes de los vinos de rigor y Botán inmortalizaba mi buen estilo al natural  con la izquierda. De aquellos aspirantes a la gloria torera recuerdo nombres de algunos que hasta llegaron a tomar la alternativa, aunque  mi amigo Manolo Cano, cordobés de nación, vocación y conducta, me animase en el empeño porque hasta era posible que lográramos descubrir a un par de buenos mozos de espadas. Sonaron algún tiempo Ignacio Castro y Rafael Gámez y llegaron a cierta altura profesional Aurelio Núñez, Curro Escarcena y Pascual Benegas. Hubo su prueba práctica en San Sebastián de los Reyes y el premio de un traje de luces, un capote de brega, muleta y otros adminículos toreros gracias al patrocinio de “Pedro Domecq, S.A.”. Como espectador especial, recuerdo a Fidel Perlado, un belmontista de hueso colorado que hasta llevaba una foto de su ídolo orinando. Hecha por la espalda, claro está. Por cierto que la foto que se publicó en la portada de “Fiesta Española” a la muerte del trianero de la Alameda de Hércules, estaba dedicada al señor Perlado y fue de tal impacto que creo que figura en la exposición de Sevilla que actualmente recuerda a “los dos más grandes”.  


La Casa de Córdoba tenía en esos años 60 un ambiente taurino muy especial y, además, contaba con el marco ideal de la casona de don Niceto, frente a la de Sorolla, hoy museo sorprendente, en Martínez Campos, entre Zurbano, en donde vivía de soltera la Reina Fabiola, y Fernández de la Hoz. Niceto Alcalá-Zamora y Torres nació en Priego de Córdoba el 6 de junio de 1877 y murió en Buenos Aires el 18 de febrero de 1949, fue un estudiante prodigio y llegó a presidir la I República como miembro del partido Liberal y Monárquico y también lo fue de la II República,  como socialista, desde el 2 de diciembre de 1931 hasta abril de 1936, cuando fue sustituido por Manuel Azaña ante las discrepancias del de Priego con sus compañeros de Gobierno. Fue un hombre brillante intelectualmente, políticamente sincero y, tras la guerra civil, se le respetaron sus excelencias y sus propiedades. Ahora, todos aquellos recuerdos son, creo, un complejo hostelero. ¡Cómo cambian los tiempos! O los hombres, aunque quieran seguir siendo humanos. ¡Ampáranos! arcángel San Rafael, el de las alas blancas, no como el de San Miguel, que en el pueblo de mi esposa lo representan con alas negras. ¿Las de Satán? La guerra de los arcángeles. 

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