sábado, 18 de abril de 2015

MIKAELA, CON K Y DE TRIANA



Leo a Ignacio Ruiz-Quintana con regusto e interés aunque a veces no me entere de lo que dice y de quienes son sus inspiradores. Pero tiene buen gusto y casi a diario propone citas relacionadas con el mundo del toro. El otro día, sin ir más lejos, hablaba de Pepe Brajeli y de que había sido apoderado de Curro Romero. Y puede que fuera su primer apoderado. Lo que ocurre es que el señor Brajeli se lo cambió al señor Moreno por una gabardina y una motocicleta y encima se enfadó con el de Camas y en un bar que tenía cerca de la Plaza Nueva no puso ni una sola fotografía del “Faraón”. Esto del “Faraón de Camas” se le ocurrió al siguiente apoderado, Diego Martínez, con la colaboración del crítico Gonzalo Carvajal, que también fue el autor del sobrenombre del otro fenómeno camero, Paco Camino, “El Niño Sabio de Camas”. Tuvo suerte este lugar de la provincia de Sevilla con estos dos toreros tan dispares pero tan fundamentales en la historia de nuestra Tauromaquia. Romero, Camino, el polvo del camino está secando el romero  y ¡Curro, ya llegará el verano! Lo decía Paco con sinceridad: “Hay tardes en las que no puedo con él. Pero ya le cogeré”. Y ambos, siendo tan diferentes, pueden ser ejemplos de lo que es al arte de torear. No sé si antes o después de Martínez, a Curro le apoderó Antonio Márquez, su suegro, el marido de la Piquer; luego, Manolo Cano, que había sido socio de Diego Martínez; después, Antonio Ordóñez y Domingo Dominguín, Camará en dos oportunidades y, al fin, Manolo Cisneros, torero de cristal y zaragozano.
Brajelí también fue representante de Mikaela, con K. En realidad se llamaba Micalea Rodríguez Cuesta y nació en Triana en 1935. Buena figura, alta, armoniosa, morena de inquietos ojos brillantes y un lunar cerca de la boca. Miguel Ángel Asturias la retrató en verso: “Mikaela/la del color avellana/la morisca, la gitana/la española sevillana…/Mikaela/la de Triana/ artista porque lo mana/ y porque le da la gana…/Mikaela, la de Triana…” Y parece que fue Alberti el que le cambio la c por la k. La primera que cantó a García Lorca con la Orquesta Sinfónica de Madrid dirigida por Rafael Ibarbia y a Rafael Alberti, con la Sinfónica de Barcelona, la colaboración de Alfredo Mañas, la dirección de Antón García Abril y la presentación del poeta José Hierro. En México, León Felipe y “La luna y el toro”, Bobby Deglané en “Cabalgata Fin de Semana”, “Doce Cascabeles”, “Coplas de Luis Candelas” y “¡Eh, toro!” Y el cambio de los vestidos de faralaes por los elegantes modelos de Pertegaz. Personalmente, la recuerdo en Pamplona con pantalón y camisa blancos, faja y boina rojas y cantando jotas navarras.
Empezó con Lolita Benavente, Amalia Molina y Luisita Esteso y desde Barcelona, donde las había enviado  Brajeli, llamó a su mentor solicitando ayuda económica y le contestó que “para qué querían el hermoso décimo de su cuerpo, que se lo vendieran”. Por entonces actuaba con el nombre de “Rocío del Carmen” en el espectáculo de “El Príncipe Gitano” y su hermana Dolores Vargas “La Terremoto”, aunque se vislumbraba que, con el tiempo, iba a cantar a Falla, Albéniz, Turina, Granados y Pablo Luna y que actuaría  en la coronación del Sha de Persia en Teherán. Murió de leucemia en 1991.
Y puestos a rememorar hazañas de personajes sevillanos en estos días de efervescencia sevillista o bética, según los colores de cada cual, recordar a otro personaje del lugar que se llamaba Alberto Hoyos y al que después de la publicación de una esquela con la falsa noticia de su fallecimiento se le conocía por “el muerto vivo”. Tenía un colmado cerca del convento de la Caridad, donde los cuadros tétricos de Valdés Leal, y se acordaba de la vecinita del piso de arriba que llamaba a la policía cuando no podía dormir por el ruido de los clientes de su establecimiento. Fue apoderado de Carlos Romero “Periquito” y protagonista de episodios picarescos como el de pedirle veinte duros a su poderdante “para entrenarse” o beber agua gorda en la fuente que había junto al edificio de Correos de la Cibeles y llamarle “champan de acequia”. Se paseaba por Madrid con un abrigo de cuello de terciopelo y, si había suerte, se colaba en la inauguración de una zapatería o en la exposición de un artista conocido. Tenía buen porte y sabía consumir los canapés con elegancia. Publicó un libro de poesía y fue por un corto espacio de tiempo coapoderado de Manuel Benítez “El Cordobés” con José Morales Mingorance, hijo de “Ostioncito” y apoderado de Dámaso Gómez y unos hermanos rejoneadores, los López Chaves. Se casó con la hermana, Lolita. Manuel Benítez les prohibió que organizaran novilladas por su cuenta y no le hicieron caso. La novillada hubo de suspenderse por lluvia y los gastos, a la postre, se los pidieron al de Villalobillos. Fueron despedidos al instante. La lucha por la vida.
CURIOSIDADES
La primera no  es tal curiosidad, es el recuerdo de un gran acontecimiento: la alternativa de Antonio Bienvenida el 9 de abril de 1942. Fue en Madrid con su hermano Pepe de padrino y de testigo y con el toro cárdeno “Cabileño” de la ganadería de Miura, corrida remendada con un toro de Tovar. Unos meses después, en Barcelona y el 26 de julio, el toro “Buenacara” de Ignacio Sánchez, al ejecutar Antonio (Don Antonio) un pase cambiado con la muleta plegada, le produjo una gravísima cornada en el vientre que frenó en seco su brillante trayectoria. Antonio fue un hombre de mala suerte. Siempre que le tocaba un toro le hería gravemente, hasta que una vaca de Amelia Pérez Tabernero le produjo la voltereta mortal en octubre de 1975, hará 40 años. Sin embargo, su hermano Pepe, en su dilatada vida torera, sólo visitó una enfermería, la de Pamplona, por un leve golpe. Pero, al final, fue a morir en la enfermería de la plaza de Acho de Lima al sufrir un infarto en la ejecución de un par de banderillas, suerte, con la estocada a recibir, en la que era un consumado maestro.

Otro aniversario celebramos el día 8 de este mes de abril, el de la  muerte de Rafael Molina y Martínez, sobrino de “Lagartijo el Grande” (es lógico que, al usar el mismo apodo que su ilustre pariente, añadamos lo de “el Chico” para salvar el equívoco). Fue un buen torero, con “solera” cordobesa y conocimientos técnicos, pero abúlico y enfermo. Un toro de Miura, en la corrida real que, con la presencia de Alfonso XIII, se celebró en Zaragoza el 14 de mayo de 1908, le produjo varios varetazos en el pecho y aseguran las crónicas de aquellos tiempos que, como consecuencia de aquel doloroso trance, se le acentuó la tuberculosis que sufría y falleció en su Córdoba natal (16 de julio de 1880) el 8 de abril de 1910. Luego hubo otro “Lagartijo”, también cordobés y sobrino de “Manolete”, un “Lagartija”, dos “Lagartijillos” y un “Lagartito”, este de Belchite y con ciertas habilidades toreras y mucha simpatía personal. Acabó su vida como ganadero y empresario de festejos menores y murió en Zaragoza el 21 de junio de 1966. Se llamaba Francisco Royo Turón y era hijo de “El Lagarto”.  Lógico. Dos hermanos de Paco Royo, José y Eduardo, “Lagartito II” y “Lagartito III”,  también se iniciaron en la carrera taurina pero no pasaron del escalafón novilleril.      

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