Eso de ser
la última feria importante de la temporada también influye decisivamente en el
ganado a lidiar. Ya puede el veedor de don Simón visitar los campos de España
en el mes de enero y reseñar las corridas correspondientes para el ciclo
pilarista que, al final, de aquellos números sólo quedaran un par de ellos o
ninguno. Por eso, en octubre son las corridas tan desiguales en peso, trapío,
cara y edad. Desde un cuatreño del pasado mes de septiembre hasta algunos sexenios
del próximo noviembre y cien quilos de diferencia en el mismo festejo. Hubo que
remendar la novillada de El Cahoso y
la corrida de Daniel Ruiz y devolver a los corrales a un toro de este ganadero
albacetense para que se presentara en el ruedo una preciosa parada de mansos
clónicos que cumplieron su misión tan perfectamente como si su mentor fuese el
talaverano Florito. La corrida más
pareja, la de Juan Pedro Domecq, aunque hubo un toro que sobrepasó los
seiscientos kilos; la más dispar, la de Fuente
Ymbro, con un toro que pesó 583 kilos, el segundo, y otro, el quinto, 487
kilos, el de menos peso de toda la feria, el más protestado por los que solo se
fijan en la tablilla de los kilos, si bien el morito gaditano estaba bien
puesto de cara y tenía muchas ganas de embestir. Y ocurrió lo que tenía que
suceder, que Enrique Ponce ligó su faena más redonda de su brillante temporada
en el juanpedro que brindó a su
cuadrilla como despedida habitual en Zaragoza, que Rafaelillo lidió a los de La Quinta con su destreza congénita, que Juan
Bautista, con el Soleares de
Victoriano del Río, a un mes de los seis años, toreó bien por la izquierda, que
Cayetano Rivera, de rodillas y a sus pies…descalzo. Dos pinchazos y un buen
volapié en el segundo del día 11, el día de la oreja fácil de López Simón en el
tercero, la alegría de ver recuperado a David Mora que tiene un defecto que no
puede soslayar: su estatura. Pero torea con gusto y exquisitez aunque digan que
es de Borox. Claro que Domingo Ortega, con fama de rudo domador de fieras,
también patinaba sobre las arenas en el vals de la armonía y el buen gusto con
el toro. Perera le cortó una oreja al toro de La
Palmosilla que abrió plaza y luchó con el más manso de la Feria , el cuarto de Daniel
Ruiz. Hay una cosa que se llaman banderillas negras que, aunque estén en los
diversos Reglamentos, no se usan. Antes eran de fuego, más divertidas pero no
milagrosas. El que nace manso se muere manso. Y final a pie apoteósico en la
corrida del día 15. Tragedia de Padilla que casi acabó en apoteosis a hombros
por la puerta grande, bajo la estatua de Goya con la bandera pirata y el beso a la arena dorada, pleno de Talavante, siempre
improvisador y sugerente y personalidad variada de Morante que lo hizo todo:
oír el silencio, oximorón bergaminesco con el perfume eterno de San Juan de la Cruz , soportar la bronca a lo
gitano Rafael y encandilar con el pellizco de su arte. Esto nace en el vientre
de algunas madres que paren toreros. Caso de Ginés Marín, que sumó dos medias
faenas de primor porque sus toros de Daniel Ruiz se acabaron enseguida.
Zaragoza se fue a la cama con una sonrisa de esperanza. ¡Oiga! que Simón Casas
es el empresario de Las Ventas del Espíritu Santo … Mejor para nosotros. En el
final a caballo sucedió lo que tenía que ocurrir: lección magnífica de Pablo
Hermoso, al que un pinchazo antes de la estocada le quitó la segunda oreja del
cuarto toro de Bohórquez y la salida por la puerta grande, la encantadora Lea
Vicens sufrió una fea cogida en el quinto y Mario Pérez Langa, que tomaba la
alternativa, saludó con efusión a los asistentes. Hubo banderilleros bien vestidos y lucidos
con el capote de brega y los palos, Marcos Leal, Blázquez, Yván García,
Joselito Rus, Ambel Posada, Barbero, Antonio Manuel Punta y Curro Javier, este
con el manso de Ruiz. Pocos destacados de los de a caballo, abusando de la
ventaja ignominiosa del peto acorazado, de poner el palo más atrás del morrillo
y prodigar la suerte de la fregona y el palo levantado. Aviso a navegantes: se
puede picar en todos los lugares del ruedo aunque se recomiende la predilección
por el lugar opuesto a los chiqueros, pero a un manso se le puede picar hasta a
la puerta de estos. Picar, señores, picar, no simular. Recuerdo en esta feria a Esquivel y a Juan de
Dios Quinta.
Mi amigo y
ejemplo del bien decir y mejor escribir, Ignacio Álvarez Vara “Barquerito”,
afirma que yo prefiero que a la plaza de Zaragoza se le llame “la de
Pignatelli” porque la misericordia se ha convertido en justicia social, porque
hay dos plazas importantes que tienen el mismo apelativo, Pamplona y Bilbao, y
porque me parece justo recordar al ilustrado Pignatelli, autor de tantas cosas
buenas para Zaragoza. La plaza de toros incluida.
Se reunió el
jurado que otorga los premios del Pilar y estos fueron los ochos galardones
concedidos: Mejor Faena: Enrique Ponce. Corrida mejor presentada: Núñez del
Cubillo. Triunfador: Talavante. Premio al valor: Padilla. Mejor estocada:
Padilla. Mejor puyazo: Juan de Dios Quinta. Mejor par de banderillas: Curro
Javier. Toro más bravo: “Rescoldito”, de Núñez del Cubillo.
Este último es el premio
más veterano, cuarenta y ocho pilares. El del valor, la estocada y el puyazo
van por los treinta y seis años, desde que Ángel Esteban Enguita,
diputado-delegado de
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