miércoles, 5 de abril de 2017

DOS MATADORES DE TOROS … Y MUCHOS MÁS


En días cercanos, dos matadores de toros han fallecido, Pepe Ordóñez y Manolo Cortés. De Ordóñez no se han prodigado los panegíricos ni las escuetas esquelas. Sí de Manolo Cortés. En este caso con fallos estrepitosos al decir que nació en Ginés, con acento en la e, y su supuesta  ascendencia gitana. Su pueblo sevillano es Gines y su ascendencia, paya. ¿Parecía gitano? Pues, sí, tenía la tez verde aceituna, pelo negro e inspiración calé cuando toreaba por “templarias”. El don del temple es muy característico del arte caló. En caló nos hablaba también Curro, el payo de Camas. Y Manolo, el de Gines, tuvo continuidad en otra paisano suyo, Cepeda, que rige los destinos artísticos del extremeño Miguel Ángel Perera, también torero activo y de importancia.
Mi amigo José María, “El Hombre Tranquilo”, presidente de la peña El Castoreño de Córdoba, me ameniza la existencia  con música de lo más variada y, para rebatir mi teoría de que las hijas del primer matrimonio de doña Angustias eran hermanastras de “Manolete”, me cuenta una anécdota de Pedro Martínez “Pedrés” cuando le apoderaba don José “Camará” y le hablaba de los toreros cordobeses: “Hombre, don José, ya sé que los toreros de Córdoba son los mejores toreros del mundo, que no hay más toreros que los de Córdoba, pero que no se le olvide que “Manolete” se coció en un puchero de Albacete”. Doña Angustías era paisana de “Pedrés” y Dámaso González, del que el sabio y silencioso hombre de las gafas oscuras, manoletinas, decía que tenía la misma mirada que el Monstruo cordobés.
Tenía sus razones para afirmar la primacía de los toreros cordobeses porque del grupo selecto que forman los toreros que han mandado en el toreo a lo largo de los tiempos, Pedro Romero, “Costillares” y “Pepe-Hillo”, único triunvirato de estos últimos cuatro siglos, “Paquiro”, “Lagartijo” y “Frascuelo”, “Guerrita”, “Joselito” y Belmonte, “Manolete” y “El Cordobés”, cuatro son nacidos en Córdoba. A la lista de los mandones habría que añadir el nombre de José Tomás, pero él mismo ha abdicado de tal poder y se conforma con un pirulí de la Habana cuando podía empuñar en su mano la torre Eifel de París. Y cuando hablo de mandones no me refiero a que hayan sido los mejores toreros de cada época y menos aun los que sumaron el mayor número de corridas de cada temporada. Bastará con unos cuantos ejemplos: “Litri”, Curro Girón, “Espartaco”, “Jesulín de Ubrique o “El Fandi” en nuestros días. Tampoco me refiero a otros diestros de gran categoría como “El Chiclanero”, Fuentes, “Bombita” y “Machaquito”, los Bienvenida, Domingo Ortega, Marcial, Domingo Ortega, Pepe Luis, Julio Aparicio, Antonio Ordóñez, Manolo Vázquez,el otro triunvirato, Puerta, Camino y “El Viti”, “Paquirri” o “El Yiyo” como póstumo homenaje a los que dieron su vida a cambio de la purificación de la fiesta. Hablaría del santanderino Félix Rodríguez, al que no vi actuar, pero del que me habló maravillas Curro Caro, del genial Victoriano de la Serna, al que conocí en el café “Riesgo” de la calle Peligros de Madrid, de “Cagancho” y “Curro Puya” y el resto de los gitanos que en el toreo han sido, de Manolo Escudero orfebre de la verónica, elegante y desafortunado cuando un toro le atravesó el pecho en San Sebastián, Pepín Martín Vázquez, del que se conserva una de sus mejores faenas en la plaza de Las Ventas gracias a la película de “Currito de la Cruz”, de Rafael Ortega al que solo le faltó la percha porque lo tenía todo, capote, muleta y espada, ¿la mejor?, el murciano Manolo Cascales y su mala cabeza y Victoriano Valencia, nieto del banderillero que iba con “El Espartero” el día que le cogió el toro de Miura en Madrid. Para hablar de Victoriano baste con señalar cuatro nombres de toros: “Carpeto”, novillo de Palha, 1958, “Talaverano”, de Samuel Flores, 1960, “Malvaloco”, de Bohórquez, 1961, y “Arábica”, del Conde de la Corte y al que mató de media estocada y los cortó las dos orejas. Todos ellos en Madrid. En los otros tres, vueltas por pinchar antes de la estocada. A Victoriano se le conocía por “el torero de las faenas memorables”. Cuatro faenas memorables en Madrid valen el peso en oro de esos cuatro toros de Palha, Samuel Flores, Fermín Bohórquez y Conde de la Corte. Y recordaría otros nombres como el de “Mondeño”, “Antoñete”, José Fuentes, Ángel Teruel, Miguel Márquez y un cartel mexicano en el que juntaría a Gaona, los Armillita, Garza, El Soldado, los Rivera, los Calesero, los “Mosqueteros”, Silverio o Arruza. Y, en el escalafón banderillero, mi paisano Pinturas, con “Manolete” y “El Viti”, “Michelín el del garfio a las narices del toro, Chaves Flores, “el tercer hombre” frente a la pareja Aparico-Litri, “Tito de San Bernardo”, los “Boni”, Luis  Parra, Julio Pérez “Vito”,  “Miguelañez”, “Bojilla” y mi especial recuerdo para “Joaquinillo”, que fue un banderillero de primera y tuvo que acabar sus días como mozo de espadas de Fuentes, el de “Linares se lo llevó y Linares nos lo devuelve”. Lástima.
Mi recuerdo para Pepe Ordóñez como torero que fue y como miembro de una saga torera que puede que sea una de las más extensas de la historia del toreo puesto que la familia Ordóñez se unió a la de los Dominguín con las dos Carmina, madre e hija; otra Dominguín, hija de Domingo, con Curro Vázquez y una hermana de esta con Paco Alcalde. Otra Dominguín con Ángel Teruel. Y Belén Ordóñez lo hizo con Juan Carlos Beca Belmonte, nieto de Juan Belmonte. Explosión torera aunque no hay señales de continuidad. Mal asunto.

La clave de nuestro futuro no está en los despachos y los políticos. La clave está en el campo donde se cría el toro y en el vientre de las madres que traen al mundo seres capaces de crear arte con la embestida de un toro bravo. Y esto último no se aprende. También los buenos aficionados nacen. Hace muchos años, en un programa de televisión en el que intervenía Luis Miguel Dominguín, una aficionada le argumentó que una señora que dirigía un programa taurino tenía que saber muchísimo de toros porque viajaba mucho y veía muchas corridas. Luis Miguel, rápido, centelleante, le contestó: “Yo tengo una maleta que viene siempre conmigo y todavía no sabe nada”. Todo esto viene del cielo. “Y puesto que al cielo vamos, bebamos”. ¡Va por ustedes!

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