jueves, 28 de septiembre de 2017

ARTE, MUCHO ARTE …Y REFLEXIONES


El pasado 23 de septiembre, pocos días después de mi paso del ecuador octogenario, me encontré con el regalo sorprendente e inesperado de una foto a toda página de Manolo Cortés y el texto de Gonzalo I. Bienvenida, nieto de don Antonio y compañero en ilusiones toreras de Pepe Luis Vázquez, nieto de don Pepe Luis, y creo que coincidentes también en andanzas periodísticas. Vi la foto y, al instante, dirigí la mirada hacia la firma del fotógrafo de tan maravilloso documento: Arjona. Pepe Arjona, el mejor de los de antes de la cámaras con motor o digitales. Se trataba de una página del diario “El Mundo” que relataba el homenaje que le había ofrecido en Sevilla, en el Hotel Colón, al diestro de Gines por parte de Pepe Luis hijo, Emilio Muñoz, Espartaco, Fernando Cepeda y Dávila Miura, matadores de toros, y Zabala de la Serna y Carlos Crivell, cómo moderadores del acto. Me quedé largo tiempo contemplando la foto sin pasar a la información. El pie decía: “Una escultural verónica de Manolo Cortés sobre el albero de la Maestranza”. ¡Una escultura! Y era cierto: una escultura. Ya Ignacio Pablo Lozano, el hijo y sobrino de los Lozano de la Sagra toledana, convirtió en escultura una foto de Arjona de Antonio Ordóñez en un lance con la rodilla en tierra, ¿podría convertir este documento en otra escultura? Es pura armonía, placidez, ensueño y belleza. Sin exageraciones, con ritmo y con templanza, un poco adelantado el pie derecho, apenas sujeto el capote con la mano del mismo lado, el toro humillando, asomando la mazorca de su cuerno izquierdo por el corto vuelo del capote y el público absorto en la contemplación de la prodigiosa verónica interpretada por ese gran artista que fue Manolo Cortes. Merecía el lance esas músicas al modo de las dianas mexicanas que escuché recientemente en Arles en lances sueltos o pares de banderillas en la corrida llamada goyesca pero más bien picassiana o dedicada a la pintura Naif de Alberti. Una gran tarde de Juan Bautista, que repitió en Logroño con el toro “Verdadero” de Victorino Martín, a quién el propio ganadero negó el indulto porque dijo que no le había parecido merecedor de tal premio, quizás porque le faltó fuerza, casta brava. ¿Noble? Nobilísimo y bien toreado.
Es el fallo que veo yo en la fiesta de nuestros días. Una corrida de los tiempos de Manolete aguantaba treinta puyazos con la puya de arandela y “El Pimpi” les metía a los toros las cuerdas, la arandela y un palmo de la vara. Hasta a los de Galapagar les falta eso, fuerzas. He visto este verano grandes cosas de arte a Ponce en Bilbao y  Málaga, a Curro Díaz con un  victorino, Ginés Marín, a Ferrera en Pamplona, al propio Bautista que es el rival de Manzanares en la ejecución de la suerte suprema, a Roca Rey en Ejea de los Caballeros, con permiso, en dos toros de Bañuelos, el valor de Colombo, matador de toros en Zaragoza con el mexicano Valadez, a Castella o Cayetano. Mucho toreo, poco toro. En los lugares en los que es obligatorio poner a los toros dos veces al caballo, la segunda puya suele ser simulada.

Es necesario para el futuro de la fiesta recobrar la emoción. Y esto no quiere decir que pretenda que los toreros sufran más cornadas. Lejos de mi pensamiento tal cosa. Cómo no pretendo que los picadores estén expuestos a más peligro, pero llegará el momento en que, para disminuir gastos, con un solo varilarguero se pique toda una corrida. Y casta hay para recuperar ese toro de los años 30 del siglo pasado. Está Ana Romero y sus santacolomas, Alvaro Domecq con lo que creó su padre y él mantiene, un toro suyo, en Ejea de los Caballeros, otra vez con permiso, puso en evidencia al de la bandera pirata, los núñez de Alcurrucen, los jandillas de Fuente Ymbro, los saltillos y santacolomas de Cuadri y algunos más, sin tener que acudir a los antiguos Palhas de horror, terror y furor de los carteles de otros tiempos. La puya, el peto. Hace años que propuse el peto anatómico de materiales ligeros pero impenetrables por balas y pitones. Algunos me declararon “enemigo público”. No era así entonces y no lo es ahora. Había toreros y hay toreros consagrados y promesas ciertas. No hace falta citar a Ponce, el torero que ha roto todas las estadísticas, Morante aunque se haya acurrucado en su rincón a filosofar, El Juli, pura dedicación , a Manzanares, el hijo de su padre, as de espadas en el dique seco para volver a navegar, a Castella, el gallo de oro, a Perera siempre de la mano de Cepeda, Talavante, el improvisador, Cayetano, la casta de todas las castas que en el toreo han sido, Paquirri, los Ordóñez y los Dominguín , la madurez de Ferrera y mi debilidad gitana, Curro Díaz, Urdiales, Pepe Moral, Pérez Mota, Paulita o los Adámez. En efervescencia, Roca Rey y Ginés Marín. Y me han dicho que Pablo Aguado, que acaba de recibir la alternativa en Sevilla, es de los que me va a gustar. He visto alguna foto y he notado su pellizco. Desde chico me he fijado mucho en las fotos de los toreros, mejor de frente que de espaldas, la chaquetilla sin desbocarse, bien puesta la faja, sin quitarse las zapatillas, la taleguilla sin arrugas, el instante, la naturalidad, ese pellizco fotográfico que te daba la instantánea de Arjona, don José. Hubo muchos buenos fotógrafos desde los tiempos de las placas en los cajones oscuros. Ese premio internacional a Cervera por la foto de Toledo, una caída de picador, luego las películas de paso universal de Cuevas, de Jesús, “el chato Rodríguez”, Santos Yubero en Madrid, Sebastián de Barcelona, Cerdá de Valencia, Marín Chivite en Zaragoza, Mateo por los pueblos de Madrid y la factoría de los Botán. Uno de Calatayud desde los años 80 del siglo pasado, Carlos Moncín, tiene su sitio privilegiado. Las docenas de “estampitas” que encargaban los toreros para regalarlas a sus admiradores y el centenario Canito que se colocó su gorra  blanca y recorrió todos los callejones de España. Hay estudios doctos y justos sobre la importancia de la fotografía en los toros. La importancia de la imagen frente a la palabra. La técnica moderna facilita el logro de una buena imagen. Pero ¿quién es el que mejora lo que Arjona plasmó hace años con Manolo Cortés de protagonista? Y con unos cuantos más que comulgaban con el arte. ¿Recuerdan ustedes la foto de Pepe Luis del “el cartucho de pescao” en la mano izquierda, el toro en primer término y el anuncio del “Tío Pepe” como telón de fondo? Estábamos en Jerez de la Frontera, que tampoco es mal lugar para saborear el arte. Desde allí vinieron los toros de don Álvaro. 

sábado, 23 de septiembre de 2017

MANOLETE EN ARAGÓN


VEINTICUATRO FESTEJOS (VEINTE EN ZARAGOZA), DIECISIETE OREJAS Y DOS RABOS Y NINGUNA LESIÓN
De las 46 novilladas que toreó, 21 fueron en Córdoba
LARGO CAMINO HASTA EL TRIUNFO FINAL


En realidad, más que en Aragón, en Zaragoza, porque Manuel Rodríguez Sánchez hizo veinte paseíllos en el coso de Pignatelli, dos en Huesca y sendos en Teruel y Calatayud. Lo curioso es que en Zaragoza también actuó en una novillada con caballos y que, junto a la plaza zaragozana, Manolete novillero con picadores solo toreó fuera de Andalucía en Tetuán de las Victorias, barrio madrileño, y en Salamanca, dos tardes en cada una de estas plazas . Veintiuna en su ciudad natal. Sin caballos es extraño pero explicable que vistiera su primer traje de luces en Arlés y que también lo hiciera en Nimes, sus dos únicas actuaciones en plazas francesas, en las que no volvió a hacer el paseíllo como matador de toros. También lo hizo en Barcelona sin caballos, siempre integrado en el espectáculo cómico-taurino de Los Califas, todo ello condicionado por las dos guerras, la de España y la Mundial. La de España porque su carrera novilleril se desarrolló desde su presentación en Tetuán de las Vitorias el 1 de mayo de 1935 y su repetición en la misma plaza el día 5 del mismo mes, en ambas con la compañía de Silverio Pérez, el mexicano que iba a ser años después su compañero de cartel en la inauguración de la Monumental de México. Fueron Barcelona (setenta) y Valencia (treinta y cuatro) las plazas de su preferencia. En Madrid, veintiséis, casi todas benéficas y muy pocas con la empresa de Jardón y Escanciano. Apenas se había inventado la Feria de San Isidro de don Livinio. Veinte corridas en Sevilla y diecinueve en Zaragoza más la novillada de 1938. Luego Bilbao y México, El Toreo y la Monumental.
La novillada de Zaragoza tuvo lugar el 3 de julio de 1938 con novillos de Concha y Sierra y el aragonés Paco Bernad y el hijo de Juan Belmonte, que sería, al año siguiente, en Madrid, compañero del cartel de la confirmación de alternativa. El médico Antonio Martín Ruiz, que hacia la sección taurina de “El Noticiero” con el seudónimo de Cantares, dijo del novillero cordobés: “Muy bueno dicen que es este torero de Córdoba. Pero lo que vimos el domingo fue un muchacho poco desenvuelto, inseguro, frío, que al final se pasó al toro muy cerca, pero con muy poca alegría. Realmente no vimos más y no concuerda con lo otro. En su primer novillo, sobre todo la sosería, la inseguridad y la poca soltura fueron manifiestas. Tanto es así que se oyeron siseos. En su segundo, último de la tarde, fue en el que demostró el de Córdoba algo de valentía, pero siempre con soseria y frialdad”. En total, cuarenta y seis novilladas, cuarente y una en Andalucía, cinco más allá de sus fronteras y siete festivales, todos en plazas andaluzas, la mayoría de novilladas en Córdoba, en donde sólo sumó trece corridas de toros desde su alternativa en Sevilla el 2 de julio de 1939, con toros de Tassara, Chicuelo, padrino, y Rafael Vega de los Reyes, testigo. Éxitos en El Puerto, Barcelona y confirmación en Madrid el día 12 de octubre de ese mismo año y, al día siguiente, primera corrida en El Pilar porque por aquel entonces no había festejo taurino en el día de la Virgen. Dos corridas, la primera de Carmen de Federico y la segunda de Miura, que sustituían a ocho “cucarachas” de don Graciliano, “los miuras salmantinos”,  y seis de Sánchez Cobaleda y que “obligaron a Eduardo Pagés y Nicanor Villa, empresarios, a buscar reses más aparentes en los campos andaluces para que los diestros no tuvieran que sustituir la espada de templado acero por el uso de un simple insecticida”. Tampoco se arregló la cosa al año siguiente en la corrida del 12 de mayo, con toros de Clairac y Luis Gómez “El Estudiante” y Jaime Pericas y significativa ausencia en la feria de octubre. Al año siguiente, 1941, se invirtió su costumbre de cada año y no estuvo en Zaragoza por Pascua y sí vino a dos corridas en la Feria, una el 14 de octubre con Rafael Ponce “Rafaelillo” y Rafael Ortega “Gallito”, con toros de Juan Cobaleda y Galache, y la segunda el día 16, con toros de Atanasio, Nicanor Villalta y la repetición del hijo de “El Cuco” y la hermana de los Gallo. Y en esta ocasión cortó la primera oreja en el coso de Pignatelli y en los ruedos aragoneses porque hasta entonces no había actuado en ninguna otra plaza de la región. Un paso atrás al año siguiente en la consideración de la crítica y el público zaragozano en la corrida del 5 de abril, Pascua Florida, en la que toreó con Pepe Luis Vázquez y Manuel Álvarez “El Andaluz” y toros de Concha y Sierra. Esto decía don Ramón de la Cadena “Don Indalecio”: “Una mala tarde que, naturalmente, hallará su desquite cualquier día. A lo mejor cuando haga calor se le calentará la sangre”. Y añadía: “De la corrida de ayer quede para la posteridad el nombre de un torerito fino y menudo, pletórico de gracia andaluza. Anótense ustedes el nombre porque a lo mejor se hace un hueco en el toreo. ¡Se llama Pepe Luis Vázquez!”. Fue el de San Bernardo el diestro que más paseíllos hizo con Manolete, 135, ocho en novilladas y siete en festivales. El siguiente fue Juanito Belmonte, 128, y los terceros, Domingo Ortega y Pepe Bienvenida, empate a 79 festejos. Ninguno de ellos pudo ser su rival. Ni Marcial, Silverio Pérez, Carlos Arruza, “El Andaluz”, “El Estudiante”, Pepín o Luis Miguel. Estos dos últimos llegaron un poco tarde. A Pepín Martín Vázquez lo destrozó un toro en Valdepeñas. A Pepe Luis, no le hace falta apellido, dicen que la cornada de espejo de Santander. ¿A Manolete? Más de treinta cogidas, ninguna en arenas de Aragón.
Sin embargo, una cornada en Madrid el 27 de septiembre de 1942 le impidió hacer los tres paseíllos que tenía contratados en la Feria del Pilar de aquel año. Volvió a Zaragoza en primavera, a su corrida de Pascua, y muy poca historia de lo sucedido el 5 de abril de 1943. “Don Indalecio” resumió la actuación del  de Córdoba: “Salven ustedes la voltereta, abonen sus señorías la buena voluntad en determinados e infrecuentes momentos y de Manolete el bueno no vimos ayer en el ruedo ni el canto de una uña. En fin, esperemos al Pilar a ver si entonces salen los cabezudos”.
El marqués de La Cadena se fue a Pamplona a ver el enfrentamiento de Pepe Luis y Manolete y concluyó que “el duelo quedó en tablas”. Días después vino lo cornada en la cara del diestro sevillano, el bache consiguiente y la marcha arrolladora del cordobés. “Don Indalecio” le escribió una postal por cada corrida a un tal Pérez que consideraba buen aficionado y manoletista. Fueron tres corridas los días 14, 15 y 17 de octubre, en las dos primeras en buena lid con Pepe Luis y en la última en la despedida de Nicanor Villalta y esto fue lo que le dijo al tal Pérez “Don Indalecio”:Manolete tuvo una tarde acertada. De buen torero. No fue tarde del “Monstruo”, que para eso no salieron sus toros… pero bien ganada estuvo la oreja del final de la feria”. Era la cuarta que cortaba en ese ciclo. Se acercaba a la apoteosis. 1944. Dos corridas a principio de temporada, la de Pascua, 9 de abril, y la de Beneficencia, 21 de mayo. Nada destacable. Pero llegó el 14 y 15 de octubre y cada tarde recibió el premio de tres orejas y un rabo de los toros de Atanasio y Galache, mientras que el día 17 de ese mes se conformó con una oreja de un toro de AP.
“Don Indalecio”: “Tan bueno, tan grande este Manolete, que, en la segunda corrida del Pilar de 1944, tuvo una actuación que alcanza la categoría de gloriosa entre las efemérides de la plaza de Zaragoza, desde aquí – 14 de octubre – hasta la consumación de los siglos. Dicho y rubricado”.  
El comienzo de la temporada de 1945 no fue lo brillante que había sido la Feria del año anterior y eso que el 1 de abril se anunció una corrida en la que volvía Manolo Rodríguez junto a Carlos Arruza, el “Ciclón Mexicano”, su penúltimo rival, quienes con Luis Gómez “El Estudiante” iban a lidiar una corrida del Marqués de Villamarta. Decepción. Antonio Valencia, que después se pasó al balompié, decía en “El Ruedo” que “El Estudiante” se esfumó, Manolete se salvó a duras penas y Arruza se hundió. En la Feria del Pilar de ese año, Manolete cortó una oreja en la corrida de Atanasio, fue negativa la de Antonio Pérez de San Fernando y obtuvo otro trofeo en la de los toros de Galache, su última actuación en Zaragoza. Se decía que después del festejo del día 15 había manifestado que no volvería a torear en el coso de Pignatelli. Y así fue. En 1946 solo toreó en España la corrida de la Beneficencia de Madrid, en la que entró a la fuerza Luis Miguel porque quería competir con Manolete. Lo consiguió en 1947 hasta llegar a Linares el 28 de agosto. ¿Iba a actuar en la Feria del Pilar de ese año? Se decía también que a final de temporada decidiría su retirada definitiva. ¿En Zaragoza como sus paisanos Lagartijo y Guerrita, antecesores con Machaquito en el Califato torero? Es posible.
Manolete toreó también en Teruel el 31 de mayo de 1943, dos orejas, en Huesca, el 10 de agosto de ese mismo año, en Calatayud el 9 de septiembre de 1944 con el hecho insólito de que se devolvió el sexto toro de Muriel por cojo, le sustituyó un toro de Bernardo Escudero tan manso que fue rechazado y volvió a salir el titular que ya cojeo mucho menos. La última corrida en Aragón, en Huesca, el 11 de agosto del fatídico 1947, oreja. Diecisiete orejas y dos rabos, los trofeos conseguidos por Manuel Rodríguez Sánchez en las plazas aragonesas. ¿El final? Cómo dijo Lagartijo ante el cadáver de Frascuelo: “Tanta lucha para esto”.

 Curiosidad: Manolete toreó un festival en Lima el 2 de noviembre de 1945, en el que también actuó el aficionado limeño Tuco Roca Rey. De casta le viene al galgo.

UNA CARMEN QUE PODÍA SER FELISA


Estamos en tiempos en los que las transgresiones de la Ley o el Lenguaje, con mayúsculas, son manifestaciones de la libertad del pensamiento o la forma de expresarse de todas y todos. Democracia pura. Y llegamos a los toros y la incoherencia de la lidia del toro sin sangre, a lo balear copiado de lo portugués, se convierte en el balet sin cigarreras ni toreros en la  versión de “Carmen” de Próspero Merimée, a la que puso música Bizet. Entonces no es la “Carmen” de Marimée y se podía titular “Felisa” o “Eulalia”. Como si a Otelo le quitamos los celos o a Hamlet las dudas. Entonces no se apoye usted en la fama de la “Carmen” y lárguese con viento fresco a los sones de la “Marcha del Toreador”, señor Ullate.
Todas estas cosas me tienen perplejo y anonadado porque no sé si esto tiene arreglo y si la Fiesta llamada Española nos va a supervivir. A mí me va a supervivir seguro porque un día de estos paso el ecuador de los ochenta, pero ¿qué pasará después? En Ejea de los Caballeros, en donde estoy estos días, lugar importante para la ganadería brava en el siglo XVIII, se han celebrado las fiestas en honor de la Virgen de la Oliva, que es celebración que se  ha adornado siempre con toros, ya sea en su vertiente popular con toda clase de manifestaciones toreras que tuvo a bien relatarlas don Francisco en su profusa divulgación taurina y luego con corridas de toros o novilladas cómo diseñó el primer triunvirato de nuestra historia, Romero, “Costillares” y “Pepe-Hillo”, aconsejados por el de Fuendetodos, que marcó sus perfiles ceremoniales en la corrida de la Coronación de Carlos IV en 1789 (Revolución Francesa), Plaza Mayor de Madrid, y en la que se lidiaron diez toros de don Francisco Bentura, hermano de Diego Bentura, padre de mi tatarabuelo y primer ejeano de la familia, ganadero con divisa encarnada en la plaza de Madrid, junto a la Puerta de Alcalá. Estuvo asimismo en la inauguración de la plaza de Zaragoza (1764) y en los sanfermines de Pamplona, Plaza del Castillo. Y no era al único ganadero de bravo en Las Cinco Villas de Aragón. Más de cien toros hacían el trayecto entre Ejea y el paraje del Jarama, también lo pinto Goyya a lo Venta del Batán moderna, para lidiar en la Puerta de Alcalá.
Ejea, por tanto, tiene solera taurina y por ello organiza todos los años una feria que ya entra en el calendario nacional de festejos taurinos. Somos dieciséis mil habitantes y unos tres mil van a los toros. Más que en Madrid, Sevilla, Bilbao o Valencia. Hablo de porcentaje. Este año se organizó una semana de espectáculos taurinos que debía iniciarse el 27 de agosto con una corrida de toros de Bañuelos con el diestro local Alberto Álvarez, Cayetano y Roca Rey. No había llovido desde el mes de julio, cuatro gotas, y de cara al futuro hacía falta agua. Y llovió y algún mal pensado opinó que los “antis” se habían vuelto creyentes y habían dedicado una novena fervorosa a la Virgen de la Oliva y ya se sabe que las divinidades hacen más caso a los pecadores arrepentidos. Y tan fervorosa debió ser la supuesta novena  que también llovió el miércoles 29, día en el que se celebraba un festejo de toreo a caballo con Hermoso de Mendoza, Sergio Galán y Mario Pérez Langa, con toros portugueses de Rosa Rodrígues. Entonces la empresa de Mena y Fontecha anunció que el viernes 1 de septiembre actuarían Hermoso de Mendoza, que sustituía a “El Fandi” lesionado con rotura de fibras, y en lidia a pie Juan José Padilla y Ginés Marín, con toros de Álvaro Domecq. Por fin escampó aunque el público estuvo algo borrascoso con el de Estella, que se sintió sorprendido por la actitud del público en general que no respondía a sus alardes de buen toreo, sobre todo con el caballo “Disparate” en sus ajustados abaniqueos con el cambio de apoyos y el temple del gran equino y el tordo “Donitelli” en sus piruetas. Me supo cómo a despedida del caballero que lleva cuarenta años actuando en esta plaza desde que se presentó de pantalón corto y en una precoz exhibición. Lástima porque e mí me gustaría ver debutar en Ejea y en su compañia a su hijo Guillermo, que ya lo ha hecho este año en México. A Juan José Padilla se le vio fuera de ambiente, sobre todo con el quinto toro de don Álvaro, bravo y noble, de enorme calidad cómo lo fue la corrida reciente de Bilbao, y Ginés Marín se mostró fácil e inspirado en un toreo que no llegó a la profundidad de otras oportunidades de más calado. La ganadería de “Torrestrella” es de dulce recuerdo en nuestra plaza porque aquí se dio una novillada de su hierro para la presentación de “El Juli” con la compañía de Jesús Millán y “El Renco” y en la que se cortaron once orejas y no sé cuántos rabos. Julián se fue de aquí a Madrid para debutar en Las Ventas y de allí a Nimes para tomar la alternativa. Y el domingo, 3 de septiembre, López Simón sustituyó a Cayetano, y, como este, (fea manía) se quitó las zapatillas. “La corrida del frío”, los toros de Bañuelos, dio oportunidades de triunfo a los tres diestros y fue Roca Rey el que las aprovechó a pleno rendimiento. Salió a hombros por la puerta grande después de cortar tres orejas y torear con el ritmo, la variedad, la ligazón y el sello al que nos tiene acostumbrados. Levantó al público de sus asientos. Los muchos “palos” recibidos no hacen mella en este peruano de hierro y plumas. Las plumas las de su templanza y suaves maneras. Hubo concurso de recortadores con anillas en versión aragonesa, nada de cortes por la espalda, y de roscaderos y, al final, pudo completarse una Feria digna de la gloria ganadera de Ejea de los Caballeros. En la entrada principal, a su izquierda, está grabado en el suelo el hierro de don Diego Bentura, memoria de otros tiempos ya lejanos, dos siglos y medio. En aragonés: no reblaremos.

Uno de los acontecimientos, triste, muy triste, de los últimos días ha sido la muerte de Dámaso González, torero de muchas vicisitudes que llegó al podio de los triunfadores de la mano de Camará. Pero antes hizo muchas capeas, muchos viajes en el tope de los trenes de mercancías, muchos sueños en los pajares y mucho compañerismo con los maletillas. José Luis Gran “Romito” me contó que cuando, por recomendación de Pedro Martínez  “Pedrés”, le probó don José Flores con una docena de vacas limpias y otras tantas toreadas y le dijo que al domingo siguiente toreaba con picadores en Barcelona le quedaban 50 pesetas, las entregó a él y a Campillo para aliviarles sus penurias y se marchó con las manos en los vacíos bolsillos. Estaba seguro de su triunfo. A la novillada de Barcelona me invitó Camará para que comprobara su acierto de apoderarle. “Tiene la mirada de Manolete. Esos no fallan”. Y no falló, no. “El Niño de la Leche” o “Curro Alba”, por aquello de ser albaceteño, se convirtió en “El Rey del Temple”. Don Damaso, sin acento. ¿Dámaso Alonso, el filósofo? No. ¿Dámaso Gómez, el torero de Madrid? Tampoco: Damaso, el de Albacete.